miércoles, 27 de mayo de 2009

En Blanco y Negro

El escenario regular de mis textos es la noche. No es de extrañarse que mi vida transcurra en gran parte durante las horas de sueño, mientras que mi sueño transcurra en gran parte durante las horas de vida. Pero es un detalle pequeño, nimio, insulso.

La noche, como venía describiendo, es demasiadas cosas (como todos y todas las cosas tenemos demasiadas dimensiones, cosa que ya aclaré bastante antes) como para definirlas todas. Tampoco me voy a detener a aclararla ni a hacer una Oda de ella, mientras no solo ya hice un reconocimiento a su influencia en mi, sino que voy avocándome a otra cosa.

Es raro hablar de la Noche, particularmente aquella noche, mientras escucho música tranquilamente en mi casa y me tomo unos mates; sobre todo, si consideramos que esta mañana es bastante lumínica y silenciosa (inclusive con la música, puede haber silencio) y la noche era estrepitosa y activa. Muy, muy activa.

Es increíble, cuando pasás revista a las acciones pasadas, como se desarrollan y se van hilvanando una y otra, las acciones y las emociones. Arrancás con una visita nocturna al humo y a las estrellas, seguís dando vueltas olfateando seres humanos, seguís dándole a la manija y te encontrás rotando alrededor de un fogón totalmente artificil, en una noche que grita Sabbath! con un cielo escarlata que te separa de los astros y la negrura del espacio.

Seguís, totalmente lleno de energía, danzando sin danzar (porque odiás bailar) sobre la música de la noche, la hermosa y gélida noche que te toca la cara con manos totalmente frígidas como las carras de un cadáver. Seguís, bebiendo el dulce nectar de la juventud con caricias de tu lengua y la de otros, y vas a ese abrevadero común junto a otros y sentís esa comunión con los demás, contigo mismo y con la eterna, breve y virtual noche.

Ahora estás solo, frenado en un punto determinado, y ves todo como en una postal o en un cuadro de cómic. Inclusive ves los tachones del dibujante y los sombreados mal hechos. La ciudad es un coloso de concreto que duerme y respira apenas, apenitas y sin hacer ruido. Todo está detenido, todo está completamente distante, todo... inclusive vos de vos mismo. El chasquido del fósforo te sorebsalta un poco, y expirás el humo mientras contemplás cómo el humo dibuja y desdibuja figuras en el aire. Inclusive podés verte a vos mismo, desde fuera, como si fueras solitaria figura del panorama, único árbol que quiebra la perfección de la llanura.

Un poquito después, solo un poquito, la óptica no cambió. Para nada difeerente, seguís siendo el único protagonista bizarro de esa tira que ahora está en blanco y negro, mientras te hacés un ovillo intentando derrotar al frío en uno de esos asientos. Esos asientos incómodamente blandos, esos lugares donde solamente uno puede mirarse desde lejos, mirar los vidrios empañados, mirar los rostros semidormidos o a medio despertar que intentan subirse a ese vehículo como vos.

De repente, algo se activa, algo te secunda. No es un sonido, no es un olor, no es un sabor... o quizás sí lo sea. Es eso, ese estímulo que estabas buscando, esa sensación que te estuvo persiguiendo toda la noche. La relacionás con una persona, un momento, una cosa. Pero ese estímulo estuvo toda la noche siguiéndote, y ahora lo sabés con la mejor certeza de todas. Ese espectro se te acerca, te toca la nariz con la punta del esquelético dedo y se aleja riendo. Porque huír, cuando la, lo sabés descubierto? Tiene gracia jugar a los disfraces, tiene gracia ver quien encuentra primero al otro. También tiene emoción, victoria y sangre. Tiene excitación, vida y silencio. Tiene todas esas cosas que te persiguen en esa noche que querés que nunca termine, porque por más que sepas que otra noche le va a suceder al otro día, la salida del astro rey solamente puede indicar otra cosa... que es, silencio y sueño.

Y aunque te vayas a la cama con ganas de zambullirte, nadar, bucear y ahogarte en esa esencia, empapado/a de sentimientos, experiencias y un poquito de misterio, sabés que cuando despiertes vas a tener dos seguridades. Una, que eso fue un sueño, y que, de alguna extraña y retorcida manera, ambos son victoriosos.

Otra, que ese sueño es el sello lacrado que confirma lo que pensaste toda aquella noche. Y que, seguramente, la noche por venir será otro océano completo de aventurillas para el caminante nocturno. Eso, pues, quien más entretenido que un Hijo de la Noche?



Saludos

3 comentarios:

  1. "Me persigue una luciérnaga...", dijo con su voz agitada. Le pedió que se explicara.
    "Me persigue una luciérnaga, hace rato ya. Ilumina tanto a veces que me quedo ciego y cuando se oscurece pasa como una sombra por al lado mio, casi la puedo palpar... danza, juega, se ríe... sí, se ríe... no te rías... Che... se ríe igual que vos..."
    Ella cortó la comunicación, riendo, y en un vuelo mágico de luz de atardecer y sombra de luna se apareció unos segundos ante él, para simplemente, como una luciérnaga que ilumina el campo en un resplandor iridiscente, dejarlo ciego con un beso en su frente...

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  2. Ah... esas apariciones cuestan mucho, no crees? es como si uno tuviese una conexion intertemporal, non espacial, jajaja... Conozco gente que utiliza a otros de CABLE CONDUCTOR y se manda mensajitos a través del POBRE CABLE CONDUCTOR... Pobrecito, pobrecito cable conductor.... JAJAJAJA

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  3. no te lo dije, pero este es un buen post.

    La Ce

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