sábado, 9 de mayo de 2009

Nocturnal Rite

Escuchando la OST de Hair, tengo tantos Hippies danzando alrededor mío y a la música haciendo de hermoso y bello telón de fondo, que me pone verdaderamente a tono para escribir esto que quiero y necesito escribir.
Y, debería agregar, me mandaron a escribir.

Hoy voy a escribir de una persona, un ente, una personalidad, un hada, una estrella, un demonio y un mentiroso, un diamante y un joyero. Voy a escribir de un mendigo que conoce el secreto de la vida, y una mujer tan rica que se siente la más pobre de todas. Una risa, una diversión, un chillido de dolor y una púa escalofriante penetrando por tu médula espinal.

O, como diría alguien, un dulce o una travesura.

Me inquieren y me preguntan muchas cosas, o suponen muchas otras cosas, o bien discuten muchas otras cosas que realmente no tienen sentido, o mejor dicho, si lo tienen pero carecen de él porque le quitaría la gracia.
Y como dije anteriormente, no tengo ganas de seguir con lo autobiográfico, así que voy a expresar lo que tengo que expresar con una historia, un relato o una estupidez. Aquí va *carraspea*



Otra noche desperdiciada, pensó mientras contemplaba un cenicero repleto de cigarrillos a medio apagar, enterrados en una marea de ceniza. Otra noche consumida sin miramientos, otra circunstancia natural consecuente al suceso de los días.

Rutina, y no cabía otro término para describirlo.

Casi automáticamente, y con un gran suspiro, se levantó de su escritorio y salió al balcón. No quedaba mucho de noche en realidad, más que la oscuridad habitual y la luz demorada en las estrellas. Sacó otro cigarrillo y lo encendió, dando una larga pitada.

El humo calcinó los pulmones, entró dentro de él y lo hizo tambalear un poco. La garganta reseca pareció resquebrajarse cuando exhaló aquella nube pestilente.

Meditaba y pensaba mientras su breve departamento estaba inundado con aquella música suave, la usual.

Si pudiera asignarle un objeto a su cabeza, sería una vela, o quizás una antorcha. Humeaba, consumiéndose como la brasa del cigarrillo consumía poco a poco lo que quedaba de él, y destilaba pensamientos como quien procesa fichas detrás de un mostrador. Mecánicamente, sin emoción.

Rutina, y no cabía otro término para describirlo.

La opresión en el pecho usualmente se acrecentaba en ese entonces, y esa noche no fue la excepción para nada. El vacío, el agujero negro, el mal que le llenaba era casi un ente corpóreo. El dolor no era físico, ni tampoco era dolor propiamente dicho. Era más la ausencia, la falta de algo, la necesidad de contacto humano y de sentirse querido.

De sentirse necesitado.

Exhaló otra bocanada de humo, y el humo le asqueó. Tantos cigarrillos en una sola noche pesaban. Tiró lo que quedaba del cigarrillo y lo miró caer los nueve pisos que estaban detrás de él.

Extrañamente, no estaba triste, ni siquiera angustiado. Solamente estaba decepcionado y sereno, inequívocamente frío. “Como cualquier muchacho que un día toma una escopeta y mata a todos sus compañeros de colegio”, pensó con sarcasmo.

El vacío en su pecho fue presente y continuó, acompañándolo en su camino hacia el baño, y luego hacia la cama. “Demonios”, pensó nuevamente.

“Demonios”.

Dar vueltas en la cama parecía perfectamente lógico, como un inexorable resultado matemático. Pero la música era suave y cegadora, y el volumen continuaba penetrándolo poco a poco, sin aturdirlo pero sin dejarlo conciliar el sueño. Esas melodías tenían ese efecto.

Rutina, y no cabía otro término para describirlo.

Se levantó, decidido a conciliarse con sus sueños al apagar el equipo de música, y cuando entró en el living lo vió. Estaba tirado sobre una de los sillones, jugueteando con su largo cabello, con una cara de despreocupado total, como si estar ahí le fuera tan indiferente como morir en una hoguera, o de pertenecer a cualquier clase de ejército. No había una manera perfecta de describirlo; cualquier término le quedaría o bien chico, o bien grande. En esos cinco, seis? años desde que lo conocía, no había cambiado en nada. Los mismos ojos negrísimos, pero humanos; el mismo cabello larguísimo, hasta la cintura, desordenado y lleno de hojas secas y florecillas muertas, la piel mortecina pegada a los huesos, pero con una delgadez y un tacto que no sobrepasaban la tumba; todo lo contrario, parecía el muerto vivo más seductor que conociera.

La música no podía dejar de sonar, por lo menos no hasta que se fuera del todo aquel espectro, aquella vacuidad, aquella... cosa? No, aquella. Aquella le quedaba bien.


-Qué hacés acá?-

-Lo mismo que vos-

-Tratás de dormir?-

-Me atrajo el olor a quemado. A pelo quemado-

-No seas irónico. No seas estúpido. Dejame un poco en paz-

-No te creas. Siempre me divertiste y siempre me gustó jugar con vos-

-A mi también, pero no estoy de humor ahora. Dejame en paz-


Iba a dirigirse nuevamente a su habitación, pero aquella... cosa se levantó del sillón y lo interceptó, tomándolo de las muñecas. Notablemente molesto y frunciendo el ceño, él le clavó la mirada en los ojos negros, que centelleaban como carbones lustrados.


-No tenés porqué irte-

-Si, tengo-

-Pero si vos sabés lo que puedo llegar a hacer...-

-Si... pero no se-

-Yo si se-

-No, no sabés-


Se le acercó un poco más y se alejó, pasándole un dedo por los labios. Su cabello, larguísimo, le acompañaba como una consorte detrás, despaciosa y desordenada. Se acercó a la ventana, aún abierta, y se apoyó en la baranda de ese semi-balcón. El viento nocturno levantó un par de cabellos, pero no tenía la fuerza suficiente como para hacer flamear aquella marea animal.


-Es irónico- dijo de repente, quebrando el silencio -Primero me llamás y después no querés mi presencia. No se quien de los dos es más patético-


Eso era suficiente, maldición. No estaba de humor como para que sobre todo él se burlara en su cara, en su departamento, en su vida, de él mismo y de todo lo que se había rodeado. Además, ese maldito... tenía esa aura de detestable, odioso y a la vez adorable, que lo impulsaba a continuar llamándolo. Inclusive ese día no lo había querido llamar, pero había acudido de toda manera.

Corrió hasta su lado y lo dió vuelta por el hombro violentamente, pegándole un tremendo golpe que lo hizo caer. Agitado, con la adrenalina en la sangre, lo vió limpiarse la comisura de los labios y mirarlo con una sonrisa quebrada... sabía que le agradaba pelear. Sabía que le agradaba casi todo, pero era imposible hallarle una arista áspera. Sencillamente, no era humano.
Se lanzó hacia él y forcejearon un buen tiempo en el piso, pegándose de vez en cuando. Él escupía insultos de vez en cuando, humano, entrecortado y verdaderamente enfurecido. Aquella cosa no hablaba, simplemente se reía y lo provocaba con esa risita insidiosa.
Al fin, tras un buen rato rodando por el suelo, él quedó totalmente inmóvil, debajo del otro. El otro lo observó, su rostro medio oculto en el pandemonium de pelo que era su cabellera, y sus ojos reflejaron la misma sonrisa que ahora no pronunciaba. Él estaba bastante enfurecido, pero no podía hacer nada para librarse: además, la pelea lo había cansado.
Entonces, rápida e inevitablemente, con un movimiento rápido le dió un beso en los labios a su víctima inmóvil en el suelo. Fue un beso breve, pero bastante intenso, puesto que ambos cerraron los ojos en una fracción de segundo.

Se levantó rápidamente y saltó por la ventana, mientras el otro, aún atontado y aturdido en el suelo, se incorporaba, relamiéndose. Que carajo había sido eso?
Se acercó a la ventana. Algunos rayos de Febo rasgaban ya el horizonte, y no había señales de... aquella cosa. Lanzó unos insultos entrecortados entre sus dientes, a aquel maldito visitante nocturno... y sacó otro cigarrillo, lo encendió mecánicamente y dió una larga pitada. Todavía estaba algo agitado y el humo lo hizo toser un poco. Como un cigarrillo post coito? que pensamientos estúpidos llegaba a tener...

Dioses, y ese era solo el comienzo de aquellos días... sabía que lo volvería a ver, tanto en sus sueños como en su departamento. Lo sabía con la precisión matemática con que sabía que el sol se alzaría en pocas horas.

Aún no se había borrado el sabor de su boca cuando decidió dormirse.






Bueno, una sola aclaración >_> Sé que uno de los personajes me quedó medio Anluzdhel (solo para los Viajeros), pero solo me di cuenta cuando terminé... y además, no es el puto de Anluzdhel. Anluz sería muchísimo más hijo de puta... o no, no lo se xD


Y dándole un cierre un poco más serio, espero que esta lectura no choque ni se estrelle contra ustedes. Es una lectura, es un trozo de magia escrita, es un pergamino antiquísimo escrito con sangre, es un collar de sueños plasmado. Todo eso y más, eso es lo que escribo.

Saludos ^^

1 comentario:

  1. Los besos van en dirección de un deseo encerrado profundamente en algún rincón del alma... Así como el deseo de simplemente desestructurar a alguien sumamente aburrido con su vida, que mira el periódico en un bar, mientras fuma y bebe café, y distraer su mundo de la realidad acariciando su cabello y dedicándole una sonrisa mientras se pasa por al lado de aquella persona que ya no siente aburrida su vida... sino de que algo importante ha pasado en un segundo: otro ser humano lo ha visto...

    Un poco dementes los personajes.... Me hacen acordar a alguien... pero "dudo"...

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