domingo, 24 de mayo de 2009

Niño Negro

Y en esa estrella lejana es desde donde todo se puede ver de otra óptica, se puede esparcir y se pueden exorcizar los fantasmas, pues no hay sino vacío y soledad.
El niño que no tiene color es un niño que tampoco es tan chico, es mejor dicho un hombre que no ha querido crecer ni un poco, pues el cuerpo de un chico tiene sus ventajas.
Una de ellas es la flexibilidad y la energía. Si tuviese un cuerpo acorde a su edad, no podría seguir atándose a ese cordel blanco blanco blanco, saltando al vacío negrísimo del espacio y confundiéndose con el débil fulgor de las estrellas.

El niño se preguntaba muchas cosas, hace mucho tiempo, en un montón de lugares diferentes. Todavía no había encontrado ese lugar espectacular que era la estrella negra negra negra como él, desde donde se podía contemplar todo todo todo, sin tener que perder nada nada nada. El niño había sido un viajero estelar durante demasiado tiempo, y había sido testigo de muchísimas cosas. Su identidad era uno de los misterios que más le intrigaban y, a la vez, el que menos había terminado cautivándolo. Miraba sus manos ausentes de color a la luz de una estrella moribunda y se preguntaba qué o quién le habría creado, y porqué. Contempló civilizaciones que le vieron llegar como un Dios y lo quemaron como a una virgen. Miró muchas cosas a través del Universo todo, aún sin haberlo recorrido en su totalidad. Hubo sujetos y entidades que lo sobrecogieron, y otros que causaron lo que antes él llamaba risa. Uno de ellos, un miembro de una Hermandad antiquísima, lo señaló con muchísimos brazos y dedos mientras entrecerraba sus ojos, diciendo una sola palabra que había resonado para siempre en él; o por lo menos, desde ese entonces.

"Humano"

No era que no recordara nada nada nada. Realmente recordaba algunas cosas, algunos fragmentos, algunas estrellas. Era extraño, pero era como si su... memoria, si podía llamarla así, fuera una estrella con un ciclo vital corto y bizarro. Lo había visto varias veces: las estrellas nacían de la explosión moribunda de un astro anterior, habitaban el espacio vacío durante un tiempo (usualmente largo), y luego morían, sucediéndose nuevamente el proceso de nacimiento, muerte y resurrección. Su memoria parecía morir, lastrando con ella toneladas de detalles que, sin embargo, aún permanecían ahí.
Había estrellas de las que se podía decir que se veían vetas de luz, facetas de superficie o relieve propio de sus estrellas predecesoras. En ellas se veían las anteriores, las Antiguas, las que habían estado ahí y que eran la causa de que estuvieran ahí.
A modo de estrella, había vetas en su memoria que seguían viéndose iguales, en forma de deja vus espectaculares, o esbozos de resplandores de memoria. Ciertas constelaciones que veía renacer y morir, ciertos seres de los que tenía un leve recuerdo, ciertos entes con los que podía afirmar se había relacionado. Otros cuantos sabores que podía asegurar había probado.

De esa manera, ese cordel blanco blanco blanco al que se ataba ahora para lanzarse al espacio y permanecer como antaño, inmanente entre las estrellas. Ese cordel del cual tenía recuerdos que no eran suyos (pero si, los eran), esa estrella muerta en la que habitaba y de la cual tenía y no tenía recuerdos. Esas manos negras negras negras que miraba, a la luz rojiza del sol mas cercano, preguntándose unas cuantas cosas y dejando de preguntárselas.

Oh si, un día dejó de preguntarse, y dejó de buscar las cosas para que las cosas lo buscaran a él. Se rió un poco para sus adentros, una vez que hubo tomado esa decisión, pues terminó transformándose en una de millones de criaturas que, como él, esperaban en el eterno resplandor ciego del espacio, ese cúmulo de oscuridad y luz mal repartida, empañada. Se rió un poco porque siempre los había considerado algo cobardes, algo tontos, algo inútiles, algo evanescentes (pero a la vez eternos). Que gracia tenía permanecer en un mismo lugar, haciendo o diciendo siempre una misma cosa, como esperando?

Esperando qué?

Su lengua era lo único que lo divertía ahora, junto a los ocasionales visitantes que tenía a veces. Su lengua era lo único en él que tenía color, debí aclararlo antes. Su lengua era... espectacular. La única parte de su cuerpo en la que los años parecían haberse asentado, y modificado su esencia. Su lengua era larga, bífida y roja roja roja, de un rojo mucho más intenso que la gran mayoría de los colores que había visto a través del Universo. Había existido una época en que buscaba un semejante, en pro de conocerse mejor a sí mismo, y lo único que encontró similar (nunca igual) al resplandeciente escarlata de su larga y húmeda lengua, fue una llama marchita en un mundo tan marchito como el ente que la protegía. Se suponía que era el último vestigio de calor en ese mundo, pero cómo podía serlo cuando todo el planeta era un colosal sistema volcánico? Pero esa era otra historia...

Ahora su lengua, su querida y apreciada lengua, salía pocas veces. Solamente se ataba al cordel blanco blanco blanco, largo y delgado como un rábano aéreo, y se dejaba colgar, en la periferia de esa estrella tan muerta como él. Es que acaso estaba muerto, o esperaba, o era solamente otra etapa de conocimiento y de exploración del espacio, tal como las otras, las de búsqueda y odisea?

Esperando qué?

2 comentarios:

  1. para esperar hay q saber, o creer, bueh.
    La Ce.

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  2. Miró hacia su pecho abierto y se encandiló unos segundos. No entendía como los seres humanos habían perdido su estrella interior, si el brillo que llevaban todos adentro era tan fuerte que era imposible perderla. Pero, allí estaba ¡y no la veían! En sus propios pechos ¡y no se encandilaban! Su luz, todos, la creian apagada... Iba a entregar su luz a la humanidad, para fortalecer la de sus pechos, iba a hacer un sacrificio más grande que morir despanzurrado en una cruz... cuando los vio. Ella bailaba al son del viento, venia del oeste (brillaba); él murmuraba una canción, venía del este (brillaba); la canción que ella bailaba era la que el murmuraba; la canción que él murmuraba era la que ella bailaba. Se cruzaron sus ojos, se cruzaron sus luces, se mezcló murmullo de canción y baile... Supernova de luz... Él observándolos, sonrió y murmuró la frase de uno de los pocos humanos que veia en vida: "Lo Esencial es Invisible a los Ojos"...

    No tengo ni idea por qué escribí eso... o quizás si y me niego a aceptarlo publicamente!!! Brilla niño oscuro...

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