lunes, 29 de junio de 2009

Rompiendo el Cascarón

Primero que nada, una excusa, unas palabras, un breve texto que no me va a llevar nada. Más que nada, ese agradecimiento fortuito que todos nos vemos obligados a hacer, más que como deber moral, para saldar esa deuda interna que nos imponemos para acallar la molesta y chirriante voz de la conciencia.

Creo que no exagero cuando digo que había considerado abandonar este espacio virtual durante un buen tiempo, si bien no puedo dejar de sentir que la escritura sigue siendo un lugar en este kosmos que me rodea, un rincón para la superviviencia y la navegación segura de mi mente, la vela que se hincha con el buen viento. No obstante, este mes ha sido bastante turbulento como para verme inmerso mucho tiempo detrás del monitor, por lo menos, dedicándole tiempo a este, mi escapismo virtual.

Creo que tampoco exagero al decir que consideré (considero) este espacio como vano, vacío, egocéntrico, patético y una indecible excusa para demostrar que cualquiera puede articular un collar de palabras y parecer bien adornado.

Sin embargo, en esta madrugada que me descubre despierto cuando debería estar leyendo en mi cama, o a duras penas levantado cuando debería estar durmiendo, me dicen que este hábito que tomó cuerpo en mí con el tiempo me dice; toma las riendas de tu terapia y fuma, lejos, las palabras que necesitás purgar de fuera de vos. Porque si bien tu cabeza puede almacenar un sinnúmero de ideas (malas, buenas, insulsas o excelentes poco importa: ideas, sin clasificación, como una bolsa de maní), con el tiempo (recuérdenme que le dedique una entrada) las ideas se desgastan, se consumen, y pasan a ser la salsa en la que nadan las nuevas ideas.

Lo mismo sucede con cualquier concepción que puedas tener del mundo, de tu kosmos, o de vos mismo.

Estaba reacio a escribir por varios motivos que logré dilucidar y otros cuantos que todavía escapan a mi mente, demasiado analítica para mi gusto a veces. Estaba asqueado de muchas cosas (y algunas todavía no encotraron el porqué), y sigo caminando por el sendero que me tracé en este interín que me supera, entre la plena inactividad formal y la plena ebullición de mi tosco arte, y el fervor de la actividad formal y el semi-noctambulismo de mis musas.

Ojo, no estoy solo. Todos los que me rodean están inmersos en el mismo clima (época del año? Clima? posición de los astros en el cielo?), pero ninguno de los que me acompañan caminando reacciona igual. Algunos parecen más afectados por este clima (repito la palabra a falta de otra mejor), otros se hacen los duros y continúan con su procesión interna. Pero el mes se extingue y se marchita, alargando sus huesos al árbol que es el año, que se lo sacude de encima como la hoja seca que es. Y Junio nos marchita y nos contagia un poco su color y su olor a transición, sequedad, bipolaridad.

Tampoco estoy echando tierra sobre la tumba de este Junio. Han sucedido tantas y tan excelentes eventos en este mes, que apenas puedo creer que hayan ocurrido del todo. Y con las buenas noticias y eventos, cada tanto también llega una que otra malicia de las furias, detrás de bastidores.

Una de cal, y una de arena.

Anyway, definitivamente estoy escribiendo porque ya no podía respirar. Y no estoy escribiendo porque quiera, sino porque, como creo dije más arriba, estoy compelido por mis propias proyecciones, mis entes fantasmagóricos (que jamás me dejan, aclaro de nuevo), los excelentes personajes que me persiguen, siguen y acompañan en este sendero y por el propio y pobre Junio, tan menospreciado en estos días.
Escribo dándole gracias a Juan, porque la re-lectura de su blog terminó de darme esa palmada en la espalda que realmente necesitaba (hermano, ambos estamos dispersos como solo los hermanos saben dispersarse).
Escribo dándole un beso a Leela, aquella Musa grotesca e infaltable que jamás se despegó de al lado mío.
Escribo cebándole un mate a Cecilia, compañera nocturna de delirios filosóficos-analíticos, astro rutilante que me deslumbra y me asusta un poco.
Escribo pegándole palmadas al Licantropayaso en la espalda, fumando con él la misma pena, aunque jamás nos la digamos ni la sinceremos.
Escribo dándole un espacio virtual al estructuradisimo Jóse y a la harapienta Mariela, par de homúnculos de nuestra suerte de laboratorio creativo.
Escribo, riendo con Bruno, el muchacho de las patillas ausentes, el niño inocente (y no tanto), el Oráculo Forro en pinta.
Escribo, enviándole la energía dispersa que tengo a Paula, quien necesita nutrirse de ella muchísimo más que yo y sacarse la mochila, como yo, en parte, estoy haciendo ahora.
Escribo a esa criatura de pesadillas y de sueños, de escenarios dignos de Wagner y de un Fausto, a esa Aprendiz de Hechicero, a esa mente que me dejó ciego desde el momento en que la vi.
Escribo a la niña que canta en las estructuras de piedra de ángulos violentos, con voz de pájaro, con voz que es hermosa melodía, que es ella misma.

Escribo... y podría seguir enumerando personas. Y macabras descripciones junto a ellas, pero, que sentido tendría?

Me retiro ahora que puedo, a leer algo de Ciencia Ficción a mi Ataúd.



Un abrazo, un beso, una palmada en la espalda.

viernes, 19 de junio de 2009

Pequeña Cajita de Música

Entre ayer y hoy tuve un par de cerraduras abiertas, y de repente, la bisagra oxidada que había en mi cabeza volvió a moverse. Y supe que el bloqueo y la sequía de ideas, talento y sed era solo momentáneo.


El Mundo era viejo desde antes que ella naciera, y lo seguiría siendo cuando ella muriera. Había luchado casi toda su vida para ser lo que era... y aún así no estaba segura de lo que era. De apariencia joven, dentro suyo se acumulaba un buen pedazo del mundo que daba vueltas, se mareaba, se confundía, sonaba como un violín a punto de partirse y se sentía como algo frío y tibio a la vez, casi como un atardecer.

El viento soplaba en aquel momento (ocaso de luces claras, el sol apenas de perfilaba), revoloteando sus largos cabellos y fastidiándola un poco. Suspiró, y detuvo su marcha al borde de un acantilado. Debajo, la rompiente se repetía eternamente, y los peñascos abrían sus fauces, listos para recibir cualquier cosa que osara desafiarlos.

Contempló el mar, el horizonte, el ocaso, con un dejo de cansancio. Se sentó al borde de aquel acantilado y comenzó a arrojar piedrecillas al mar, como cualquier niño haría, jactándose de que era ella quien decidía si caía o no en él. Ese pedazo del mundo que llevaba dentro gimió como un animal herido.

Acaso era aquella una lucha perdida? Buscando siempre el mal camino, siempre la chance de poder escaparse por alguna salida alternativa, de seguir viviendo sin contribuír para nada a la vida, de seguir existiendo sin saber porqué no había concluído su existencia hacía mucho. Porqué su ciclo continuaba repitiéndose? Porqué la rompiente continuaba estrellándose contra las rocas?

Ni siquiera lo había notado, hasta que estuvo lo suficientemente cerca como para sobresaltarla. Insólito, un niño no mayor de ocho años se había adelantado hasta el borde del acantilado. No demostraba miedo, pero no desclavaba unos hermosos ojos verdes del acantilado, el despeñadero y las gaviotas que codiciaban cadáveres por venir. Ella se detuvo justo a tiempo; un sobresalto junto al vértigo de una caída no son buenos compañeros.
Lo miró intrigada, escrutándolo.
Que diablos hacía un niño tan pequeño, tan solo, en un lugar como aquel?

-Hola- saludo el niño, sin dejar de mirar el mar
-Hola- devolvió el saludo, más por mecanicidad que por conciencia.

Se quedaron en silencio unos instantes antes de que alguien produjera algún sonido. El sol había bajado un poco más, y ahora echaba baldazos de pintura naranja sobre todo lo que su luz tocaba.

-Hey- logró articular ella -Que haces aquí, tan solo?-
-Porqué el mar rompe las olas sobre las piedras?- contestó el niño en un tono monocorde, como si no hubiera oído la pregunta.
-Porque así es la naturaleza... La actividad marítima tiene olas, y las olas indefectiblemente tienen que chocar contra algo. Choca contra todas las costas, no te creas que solamente sobre esta parte del mundo- dijo ella, en un tono amable, intentando medir las palabras -Pero escúchame, qué hacés acá, tan solo?-
-No es eso- respondió el niño, elevando la mirada hasta el horizonte, hasta aquella esfera naranja que era el sol ahora
-...No?- respondió ella. Ahora estaba realmente intrigada
-El Mar sabe que va a estrellarse sobre las rocas. El mar vive, es un colosal y húmedo animal que existe y se mueve. Las olas son sus movimientos, y en cada ola que se estrella contra la rompiente, el mar sufre. Porqué, si el mar sabe que va a sufrir, se estrellaría contra las rocas?-

Ella se puso de pie lentamente, con la cara seria. No solo la voz del niño había cambiado ligeramente en aquella oración, sino que el contenido... y el fulgor de sus ojos... todo había cambiado, y ese niño no parecía más niño de lo que parece un árbol o una piedra. Algo que se ve como un niño pero que no es un niño pone sobre alerta y ataca al miedo, como cualquier peligro lo haría.

-Vos no sos un chico- dijo ella, músculos y voz tensas -Quien sos?-

El niño se movió tan rápido que apenas pudo verlo. En realidad fue una transformación rapidísima, pero mas pareció un movimiento que una metamorfosis. A un momento era un niño que parecía desperezarse, al siguiente era un muchacho cuyos huesos tronaban y al otro, un hombre alto como ella que seguía parado, mirando el horizonte. La voz del niño, efectivamente, correspondía a la de un hombre.

-Es sencillo- se respondió a si mismo, con un dejo de sonrisa en su rostro -El mar sabe que, con cada dolor estrellado, las rocas ceden también una parte de ellas. El mar sabe que las rocas no son las mismas que eran hace miles de años, ni las que serán dentro de mucho tiempo. El mar sabe que las rocas pasan a formar parte de él cuando se erosionan y, Qué más hermoso, bello y pacífico que el uno-en-el-todo y el todo-en-el-uno?-

El hombre la miró, y sus ojos parecieron brillar con luz propia, y su color era indefinible en palabras humanas. Aquella cosa (pues ahora dudaba de que fuera un hombre) la traspasaba con su mirada y la hacía sentir insegura, invadida, penetrada por una inteligencia maléfica que escapaba a su comprensión. A pesar de que sus palabras no eran dañinas ni de que su lengua fuera veneno, había algo en la inflexión de la voz y en sus ojos que no dejaba de ponerle sobre aviso.

-Es sencillo- repitió -Tu puedes elegir ser mar o ser piedras. Ambos sufren, pues la escollera sufre con cada embestida del mar, pero disfruta pudiendo dejar la inmovilidad de la piedra y viajar con el mar... Y el mar debe volver a rehacerse, volver a juntar su fortaleza y su fuerza todo el tiempo para un laborioso desgaste... no sin dolor, claro está. Pero todo lleva su tiempo, y ambos terminan donde querían terminar.-

Le lanzó un beso con sus dedos, y ella sintió más repulsión que terror ahora.

-Elige-

Y, como si fuera de humo, de niebla o de algodón, se deshizo en un repentino viento que sopló por entonces, dejando por un momento al niño preguntón y después a la nada, esfumándose como un mal recuerdo. Y el atardecer continuaba devorando al sol y al mar en el horizonte, mientras el viento se llevaba consigo a aquel barrilete que había hablado.

viernes, 5 de junio de 2009

Que tan Profundo Soñás?

Tema que estoy escuchando al comenzar esta redacción: Link!


Iba a escribir una buena cosa aquí (o no, la verdad no recuerdo), pero ahora me voy a limitar a citar un pasaje de una obra que me gustó bastante, aunque nunca le dí lectura completa; en realidad, son citas relativas y realmente no tienen mucha coincidencia entre sí. Pero la belleza literal a veces radica en la incongruencia y la suposición.


Hay diferentes opiniones: unos dicen: 'loco, pero gracioso'; otros, 'valiente, pero desgraciado'; otros, 'cortés, pero impertinente'

Vosotros, indolentes flemáticos, que no vivís, sino que dormís y lloráis de ganas de bostezar, sin duda nunca soñasteis así en vuestra infancia. Y vosotros tampoco, egoístas juiciosos, que no os encariñáis con los hombres, sino que os agarráis a ellos por prudencia mientras esta relación sea útil para vosotros, y, sin duda, apartáis la mano si los hombres se convierten en un obstáculo.

En todo el mundo no hay obra de ficción más profunda y fuerte que ésa. Hasta ahora representa la suprema y máxima expresión del pensamiento humano, la más amarga ironía que pueda formular el hombre y, si se acabase el mundo y alguien preguntase a los hombres: «Veamos, ¿qué habéis sacado en limpio de vuestra vida y qué conclusión definitiva habéis deducido de ella?», podrían los hombres mostrar en silencio el Quijote y decir luego: «Ésta es mi conclusión sobre la vida y... ¿podríais condenarme por ella?».

¡Ah, Sancho!, el daño causado por su acero es insignificante. Tampoco me desfiguró el alma con sus golpes. Pero me da miedo pensar que me curó el alma y, al curarla, le retiró sin cambiarme por otro. ¡Me quitó la dádiva más preciosa de cuantas está dotado el hombre, me quitó la libertad! Sancho, el mundo está lleno de mal, pero lo peor de todo es el cautiverio! ¡Él me encadenó, Sancho! Mira: el sol está cortado por la mitad, la tierra sube y sube y lo devora. ¡La tierra se aproxima al cautivo!. ¡Me absorberá, Sancho!.


Quien pudiera ser Quijote para marchar, o quien quisiera ser Sancho para narrar! Epicismo, frío y mates en este domingo que parece no terminar de llegar nunca.

Saludos

Ese Payaso que Asusta

Cuando el frío cala hasta los huesos y hace retemblar el tuétano como si uno fuese capaz de sentir esa parte de uno mismo (valga la redundancia), ahí es cuando se empiezan a pensar las cosas mas tontas y las más coherentes. El frío es un hierro caliente quemando y curtiendo el cuero, es el collar de ahorque con que se adiestra a los perros, es la adrenalina en sangre cuando corrés un colectivo. Pero es obvio que no vengo a hablar del frío ahora, sino de una persona que lo representa... no totalmente, he de aclarar, pero se aproxima bastante.

Era un invierno cuando lo conocí, creería. Me habló de un par de tonterías, me habló de un par de ideas que lo perseguían a todos lados; inclusive comenzamos a conversar con temas que nos referían a los dos. Pero debajo de esa fachada de pucho, abrigo y jocosidad clásica había algo removiéndose en las turbias aguas del manantial pútrido. Creánme, puedo ser muy receptivo con algunas personas, sobre todo las que se me terminan pareciendo en muchas cosas, con aquellas que comparto múltiples aristas.

Es algo irónico, pero solamente más tarde nos reconocimos como iguales, casi distantes, hermanos perdidos y lejanos o producto de algo similar a la mutación clónica.

Él dijo ser Lobo Estepario. Es curioso cómo la gente suele definirse, como una figurita (a veces repetida) que exhibe a todos como si fuera una credencial. Uno se presenta ante los demás, tira uno o dos nombres, una o dos costumbres, uno o dos elementos que te puedan relacionar con el que tenés delante. Uno cree haber enarbolado en una sola imágen lo que verdaderamente es, haber encontrado en otro sonido el eco de lo que uno lleva dentro. Y uno se siente bien presentándose así, es decir, se siente perfectamente bien diciendo "Soy", porque se siente bien sentirse bien, siendo redundante y sintiéndome bien. Uno encuentra la redundancia y la halla cómoda, fácil, sencilla. Uno encuentra ese único eco y lo cree verdadero, fiel, tradicional.
Lo cree propio.

Cuando realmente nos queremos definir por lo que somos, lamento decirlo pero solemos fallar con bastante frecuencia. No es fácil definir nada, partamos de la base: de ahí a definir una persona en pocas palabras es complicado. Complicado porque las personas suelen tener un grado de complejidad tal que no hay maneras de definirlas sin que algunos detalles necesariamente escapen. Es una quimera, una utopía querer definir a una persona? es posible, dependiendo de que tan complejos nos pongamos.

Pero no nos vayamos por las ramas, gente. A lo que quería apuntar antes era que, para definirnos, es mejor no decir o enunciar lo que creemos ser, sino lo que no creemos ser. Es mucho más fácil definir por descarte que por aproximación, y a veces, suele ser un verdadero hallazgo hacer esta clase de procedimiento. Es por eso que cuando me preguntan algún aspecto de mi persona, personalmente (y dale con las redundancias...) respondo con el desconocimiento, o insto a las personas que traten de esbozar su opinión respecto de ese aspecto al que buscan cuestionar. Esa también es otra cosa, que ya enuncié en uno de mis primeros escritos creería; los espejos de los ojos de los demás muchas veces nos ayudan a pulir la imágen que de nosotros mismos tenemos.

Él me dijo Lobo Estepario, Lobo nutrido por una multitud de lectores, un pobre escritor alemán muerto y una jodida Rusia que se me viene a la cabeza. Una imágen majestuosa, hermosísima, con la necesaria nieve y el estatuto gris de su condición. Un olor y un gusto a Soledad tan húmedo, que casi podés sofocarte con ella. Unos ojos que rezan muchísimas cosas, ojos obviamente grises y bellísimos que parecen decir con la voz que el lobo no tiene, palabras que se lleva el viento de la estepa de arbustos muertos por la helada.

Yo soy el que pasa, el viajero
Soy también el que nunca termina de irse, ni de llegar
Soy el que no puede estar acompañado
Pero sin embargo, busca constante compañía
Soy aquel que tiene miles de vidas en su haber
Soy el verdugo silencioso y el Sepulturero de montones de fantasmas
Soy el ejecutor de las tinieblas que publica la noche
Soy el cónyuge de las estrellas, todas ellas, frías y distantes
Soy el que nunca podrá comer de la misma mesa que un humano
Mas sí podrá recoger las migas que caen
Soy el que puede ser, pero no es
No soy por elección propia, han de saber
Que las verdaderas huellas del Lobo Estepario
Sólo las ve quien decide verlas

Todo eso dicen sus ojos, y sin embargo, la gran bestia que es el Lobo Estepario, triste de pena y rabia, se va de repente en un venteo de cabeza, pasos y cola fugaz, y ya no es más que otra mancha gris en la colosa Estepa que lo circunda. Uno puede preguntarse qué es la belleza que cautiva de ese pariente de los perros, qué es lo que lo impulsa a andar solo...
Pero sobre todo, uno puede preguntarse Porqué nos hace tan mal ver al Lobo Estepario. Porqué nos da tanta pena, y a la vez nos inspira tanto respetuoso temor, el verlo asomarse y mirarnos? Porqué lo vemos desde lejos, como si nos odiara y decidiera atacarnos? No hay odio alguno en su mirada, pero sin embargo nos sentimos muy intimidados en su presencia... como si fuera el portador de un saber que el resto desconocemos. Como si él se riera a nuestras espaldas de nosotros, y sin embargo, jamás le vemos una sonrisa verdadera en el rostro, al menos cuando aparece.

Éste Lobo Estepario en particular me transmitió, con el tiempo, otra cosa. No me jacto de ser una excelente compañía, pero creo que poco a poco pude domesticar lo poco de bestia que quedaba en él, y pude comprender parte de su psiquis y su manera de ser. Parte porque, principalmente, sé que jamás voy a terminar de comprender a nadie, y por otro lado, por su condición de Estepario. Hay un inmenso vacío entre nosotros dos que yo, por momentos, creo comprender. Pero cuando avanzo para salirle al encuentro, indefectiblemente caigo en el vacío sin cesar.

Este Lobo Estepario, también, fue cambiando de piel y de manera de ser, o mejor dicho yo logré desprender la piel que le había puesto encima que, como una cebolla, escondía la capa inferior. Y poco a poco se transformó en ese Payaso que Asusta, esa figura sarcástica que todos conocemos que comparte una arista con el Lobo Estepario; nos asusta, pero nos fascina. Nos llena de misterio e intriga, pero no nos fatiga. Nos entretiene, pero no nos espanta.

No se ustedes, pero creo que ninguno de nosotros puede considerar a un Payaso como a una figura cómica. Creo que, además de estar fuera de contexto, el payaso ya pasó a ser un muñeco de cera más en ese museo de horror que todos tenemos dentro, donde se apilan las efigies más tradicionales y las más particulares. Los payasos parecen reírse de nosotros sin saber ni siquiera ellos mismos porqué; son muchos, y forman hordas colosales que jamás vemos hasta que están lo suficientemente cerca. Con sus kilos de pintura, sus risas espectrales y sus ropajes estrafalarios, conforman el brazo cuasi-cómico del horror colectivo. Nadie se ríe cuando ve un Payaso.

Este Payaso en particular, tiene la característica de devenir de un Lobo Estepario. No porque me guste jugar con el simbolismo (cosa que me encanta), sino porque, cada tanto, algunos espasmos lupinos parecen sobresalir a través de su máquina de hacernos sentir bien (que es el humor), algunos reflejos de lobo que nos erizan los pelos de punta.
Este Payaso se mira en el espejo y llora como un Pierrot, pero su llanto se convierte en risa, y no hay llanto que dure lo suficiente como para borrarle la sonrisa mal pintada de la cara. También se da el proceso inverso, pero es menos frecuente (o más, eso lo sabrá él).
Este Payaso fuma, y cada cigarrillo lo hace ponerse serio y profundamente intelectual, o parecer más señorial. Inclusive a veces parece un personaje ajeno a esta tierra, con ese aire especial que le da el humo del tabaco.
Este Payaso también es uno de mis hermanos, y por más que ambos solemos tener muchas aristas en común, es un Payaso demasiado viejo para mi, pobre alma apenas abriendo los ojos a la vida. Donde yo me interno en el Abismo, él me mira y se ríe sardónicamente desde arriba; donde él lee poemas de autores bizarros, yo pinto interrogantes en mi cabeza. Tanto él es para mí un objeto de constante fascinación y buen gusto, como yo lo soy para él, creería.

O quizás simplemente nos empuja la costumbre, las obligaciones y los cigarrillos compartidos.

No lo sé. Simplemente quería explayar en unas cuantas palabras, que tanto amo y quiero a ese Payaso que nos Asusta, esa muleta necesaria en mi vida sin la cual probablemente sería más feliz, o más triste, o más sano. Si, estoy culpándolo de la creciente de mi adicción.

En fin, esto ya se desvirtuó. Saludos, y traten de descubrir a su Payaso.

Todos tenemos uno.









Dedicado al LicántroPayaso, a ese hermano del Alma. Seguí aullándole a la Luna, que quedan pocos como vos

jueves, 4 de junio de 2009

Muerta en Escena

Heather Thomas-2004- Resurrection Papers, Traducción de Patricia Diaz Bialet
WHEN I WAS PRONOUNCED DEAD AT THE SCENE.

The coroner stood over me, no one knew me, people milling around the scene an accident, my body thrown the way things close down when you hope they´re still open-store, bar, park in the space-no-desire, you left, my body a throne pronounced H, slowly a strand, slowly a force within the space between us I was pursuing and for the first time no fog, no one following in a silver Riviera

In my body the throne I tried to sit, but the balance of thrill and holding had not yet been achieved. It was too late. The strand I had to cross divided fibers as light into this recognition: blue-sashed window, slit-between-the-slats light of home, womb wandering within the room of fifty winds: I rise in this corner because it tricks the birds who call my name on hazel leaf and feather light, sleight-of-song light, platinum wing light, copperhead light, fool´s gold light, my gummy eyes the gaze all fibrous optic nerves all chaos in the room of bodies twined, gun among pillows leaves a greener hollow vertigo

I´m legally blind (many are), always in a car too late, afraid too fast I turn away, now suspects walk the dead line none can cross this tape or crime scene, logic of commerce as when one exist the other cannot, air twined around so many disappeared so much dust so bear the news you could not bear inside the room of desire and airy knives and knots and webbed apearances in the fire room, water room, cloud room, hunger and thirst room, pulse room, sex room, war room, the infinite room of palms and ctas, bone room, marrow room, magenta velvet jade eye room in my body the throne I try to cross.




CUANDO ME DECLARARON MUERTA EN LA ESCENA.

El oficial se paró frente a mí, nadie me conocía, la gente se arremolinó en la escena, un accidente, mi cuerpo tirado en la forma en que las cosas cierran cuando se espera que estén habiertas todavía-negocio, bar, estacionamiento-no-deseo, te fuiste, mi cuerpo un trono que se pronuncia H, lentamente una hebra, lentamente una fuerza dentro del espacio entre nosotros y por primera vez nada de niebla, nadie yendo detrás en un Riviera plateado

En mi cuerpo el trono traté de sentarme, pero no podía equilibrar la emoción y el sostenerme. Era demasiado tarde. La hebra que tenía que cruzar dividía las fibras como luz sobre este darme cuenta: ventana de guillotina azúl, luz de hogar de rajadura entre persianas, útero deambulando dentro de la habitación de cincuenta vientos: me levanto en esta esquina porque ella engaña a los pájaros que dicen mi nombre en hojas color avellana y luz de plumas, luz artimaña de canción, luz de alas de platino, luz de vívora cabeza de cobre, luz de pirita de hierro, mis ojos viscosos la mirada todos los fibrosos nervios ópticos todo caos en la habitación de cuerpos entrelazados, el revolver entre las almohadas deja un hueco vértigo mas verde

Estoy legalmente ciega (muchos lo están), siempre en un automóvil demasiado tarde, con miedo demasiado rápido me doy vuelta, ahora los sospechosos caminan por la línea vedada ninguno puede cruzar esta cinta o esta escena del crimen, lógica del mercado como cuando uno existe el otro no puede existir, el aire enredado alrededor de tantos desaparecidos, tanto polvo, tanto soportar las noticias que no podías soportar en la habitación de deseo y cuchillos de aire y nudos colgando y apariencias tejidas en la habitación de fuego, habitación de agua, habitación de nubes, habitación de hambre y sed, habitación de pulso, habitación de sexo, habitación de guerra, la infinita habitación de palmas y gatos, habitación de hueso, habitación de médula, habitación de ojo de terciopelo magenta y jade en mi cuerpo el trono traté de cruzar.


Fuente: http://marialadark.spaces.live.com/

"y está muy bien, pero si querés podes poner el libro al que pertenece"

El Final

El Profesor Jones había trabajado en la teoría del tiempo a lo largo de muchos años.
-Y he encontrado la ecuación clave- dijo un buen día a su hija-. El tiempo es un campo. La máquina que he fabricado puede manipular, e inclusivo invertir, dicho campo.
Apretando un botón mientras hablaba, dijo:
-Esto hará retroceder el tiempo el retroceder hará esto- dijo, hablaba mientras botón un apretando.
-Campo dicho, invertir incluso e, manipular puede fabricado he máquina la. Campo un es tiempo el.- Hija su a día buen un dijo -. Clave ecuación la encontrado he y.
Años muchos de largo lo a tiempo del teoría la en trabajando había Jones Profesor el.

Final El




Fredric Brown, Ven y Enloquece, setiembre 1978

lunes, 1 de junio de 2009

Inner Dark Woods II: Moon Priestess



¿Dónde están nuestros hijos ahora?
¿Qué viento los barrió?
¿Dónde nuestros maizales de oro?,
meciéndose en el sol.


¿Que fue de nuestras huacas sagradas?
¿Qué fue de nuestra paz?
lloro por Titicaca y la luz amada
del Pachacamac.
Taki Ongoy


She seems to find the quietly wind almost delightful, i think. At least, that's what she demostrate standing there, beneath the tombstone, that black and beautiful wall with all the names carved in. It's really interesting to observate right now, while the storm begins to fall upon us.
She moves a little bit. My eyes are closed, but my sight has reached it's limit a long time ago, so i can see her in a little, very little way. Her movement allows her to almost touch me, but she only bounces like a windflower, over such a taste... a taste that begins to move around my toungue, my lips and all my throat.
I open my eyes to see her. She is still there, like a part of the tombstone, like a very beautiful statue, but so cold and alive at the sime time... it's very, very interesting to see her.
A lightning bolt hit the Tombstone, but she doesn't move. Something begins to enervate inside my chest, like an animal, touching every rib and ascending around my neck, my throat and my mouth. Like an animal, i fall onto my knees, and my eyes begin to stretch inside me. What the heck is happening right now? I can feel all my muscles with such a great and powerfull force... a force that isn't mine, a force not of my own, but of that ... thing that's possesing me.

The Storm explodes it's anger, and so i do. Grabbing my head with my hands (wich are so tense now, and scratch my skin a bit) i shout a name... a name that i actually don't know what it means. A name with four silabes. I shout with a voice that isn't mine.

She, for the first time, begins to move. Easily, slowly, she confronts me. Her face could be a statue's Face, sculped with such beautiful factions... almost like a Tomb's Angel. Her eyes, her huge and stunning eyes begin to open and her lovely crystal-like eyes smite me. My muscles begin to relax a bit, but the Storms is in its climax, and i feel a call from beyond all that. An ancester Call, a Call that makes my blood boils and my skin to itch. A hunger call.
She puts a finger in her lips, indicating silence, and then that finger is although on my lips. She smiles like the girl she is. She is more than that, and less. She is that Storm, and the Tombstone... all this things that cross my mind are very confusing and annoying.

She begins to sing a little, lesser song, with a girl's voice. An Angel voice.

"The Moon, she hangs like a cruel portrait
soft winds whisper the bidding of trees
as this tragedy starts with a shattered glass heart
and the Midnightmare trampling of dreams
But on, no tears please
Fear and pain may accompany Death
But it is desire that shepherds it's certainty
as We shall see..."

Another thunder rips the sky apart, she silently gets up. She takes my face with soft ans gently fingers, indicating me to lift up. When i obey her, she gets close to me... so close that i can actually feel the cold of her skin, a Stone-like cold that makes me shiver and shake... something's wrong here, something's not right.
She gets close and kiss me on my very lips, while i see the world turn black. I dream of a figure, not quite sure a humen, but a figure that scapes from me in that horrible and beautiful inner dark woods, that forest of dead black trees and that filed of sterile grass. That figure seems to look like the Priestess... but there's something wrong.
I catch the figure, and i begin to feel the cold again; but this time, the anger of the Storm joins the party and makes the heat in my chest awake and shout. I'm like a beast, and she is like an ice princess. She is unreachable... and yet, quite fragile and unsstable.

I grab her, and gave her all my warm hugh, chocking her cold snow-like breath.
I see her face, she's scared.
I see that she's not thankful for that hugh.
I look into her eyes, and finish the job with another Kiss in her cold, frozen beautiful lips.



I awake a long before, with the storm passed and the sky black as the darkest well in the world. The stars are looking at us, and all the fight's over... 'couse we two are sleeping under the same travel cloak.
She seems a very young and beautiful old girl, a frozen lady... and i...

I am the Old One.
I should have perish.


Looking at the stars and begining to feel hunger, i stretch myself. The tombstone is there, a few meters from us, standing still as it always have been.



That tombstone has something to do with this...










Primer texto en inglés que escribo. No lo revisé, pero debe tener un par de errores... y debo ser muy redundante. Además de los tiempos >_>

Inner Dark Woods


Living just isn't hard enough
Burn me alive, inside
Living my life's not hard enough
Take everything away

Prayer



El viento se levanta con furia, sublevando nubes de polvo que antes no estaban ahí, fomentando torbellinos de tierra y revuelo de hojas secas. Desperté sobresaltado cuando una de aquellas me hizo una caricia en la mejilla izquierda, justamente la de la cicatriz. Miré a mi alrededor, anonadado, aún sin comprender.
La última vez me había dormido lejos, muy lejos, junto a la dulce Lomelinde y su bello perfume de flores. Muy lejos de aquí, a muchísimas horas de viaje, en una ciudad que era Mármol y piedra blanca, que era mar cristalino y botecillos pequeños, pasaje de barcos y olor a puerto. Demasiado lejos y demasiado diferente a esto.
Claro que reconocí el lugar con rapidez. Había pasado una buena parte de mi vida demabulando entre aquellos árboles milenarios, negrísimos, muertos siglos antes de que naciera, arboleda perenne que permanecía a pesar de las inclemencias del clima, el tiempo y el resto de los factores. Arboleda inmortal y muerta, como las lápidas de los cementerios místicos, como los seres que se sublevan desde el polvo del tiempo. Bosque brutal que había presenciado el horror de la guerra, el fuego, la muerte y la peor de las corrupciones...
Estaba en el Bosque Oscuro, aquella extensa pradera salpicada de arboles muertos y peñones rocosos, de césped grisáceo y chamuscado. Un lugar inhóspito y sencillo, de fauna abrupta y poca descripción posible. Inclusive la breve costa que tenía contra el mar era un violento y peligroso acantilado, y el mar allí parecía teñirse de negrura salobre y mal. Sobre todo, mal.
Todo aquel lugar expiraba aquella sensación. Todo aquel lugar no podía dejar de afectar al viajero, al aventurero, al caminante. Todo aquel lugar necesariamente exudaba aquella esencia, aquella cosa pegajosa y negra, aquel vientecillo seco que dejaba la garganta marchita y los pulmones llenos de polvillo.
Me incorporé, y comencé a rastrear el sendero que me llevaría de vuelta hasta algún punto, pero seguía sin comprender cómo había llegado ahí, y porqué. Seguía intentando cerciorarme de si aquello era un sueño, o si continuaba en la realidad primigenia que me comandaba.

No pude decidirme. Caminé en dirección contraria al viento de tormenta, hacia la costa del mar, hacia donde el susurro de los árboles muertos me llevaba. Y, casi sin quererlo, me encontré caminando hacia el Altar, el monolito de piedra negrísima tallado hacía muchísimo, gastado por el tiempo y con sus jeroglíficos exhibidos como los despojos de un cadáver.
Las Sacerdotisas no estaban, o mejor dicho, solamente parecía que había una de ellas. Ataviada con sus extraños ropajes, como si estuviera vendada por muchos puntos con vendas grises y encima tuviera una preciosa túnica negra con ribetes de plata en ciertos puntos de su cuerpo, no se movía. Estaba detenida, sentada delante del Altar. Parecía tener la frente apoyada contra el monolito ciclópeo.

El cielo ennegreció. Recién entonces me di cuenta que yo tampoco tenía mis ropas de siempre, sino los preciosos vestidos ceremoniales que había vestido contadísimas ocasiones a lo largo de mi vida. Totalmente de negro, con los tatuajes regulares en los brazos exhibidos, avancé arrastrando mi viejísima capa de viaje detrás, gris y manchada de tierra y camino. La Sacerdotisa me debió escuchar llegar, pues por más que tengo la pisada ligera, hacía bastante ruido y rompía el silencio del lugar con lo que podría haber sido un estruendo a los oídos de otro. Unos cuantos relámpagos comenzaron a surcar el firmamento negruzco, y llegué hasta al lado de la Sacerdotisa gacha, silenciosa y pequeña, ahora que estaba parado frente a ella.
Miré los símbolos, reconociéndolos. Pasé las yemas de mis dedos sintiendo la piedra negra y apocalíptica, inexplicablemente helada bajo mi tacto, piedra que a través de mis otros sentidos se sentía como miles de vidas bajo una colosal lente de aumento. Mi mano derecha pasaba revista a la piedra tallada, mientras que mi izquierda daba vueltas masajeándome las sienes, que ahora comenzaban a enturbiarse como el cielo. Un estruendo celeste resonó, rebotando en el coloso negro que tenía delante, llenándome de vibración mientras pasaba el tiempo.

Finalmente puse mi mano sobre el hombro de la Sacerdotisa, para descubrir que su piel estaba completamente helada. Me agaché a su lado y la miré. Tenía los ojos cerrados, el maquillaje ceremonial y un rostro extraño... joven, chispeante, y sin embargo, melancólico y tranquilo. Parecía dormir, en cierto modo, aunque yo sabía que no estaba ausente para nada.

La tormenta comenzó a esparcirse sobre la arboleda como un mal recuerdo, mientras la Sacerdotisa continuaba contra el monolito, y yo, junto a ella, meditaba