martes, 27 de octubre de 2009

Las Profesiones Perdidas: Prólogo

Intento de Prólogo a las Historias de Profesiones Perdidas /




Las Profesiones Perdidas son una Quimera no tan irreal, o una utopía demasiado tangible como para dejarlas ir sin nada, sin siquiera una palabra escrita, una palabra dedicada.
Todo esto cruza mi cabeza hoy, noviembre del año 2009, como la viene cruzando desde hace un par de meses atrás, cuando vi por primera vez la semilla que germinaría en mi cabeza para traer estas crónicas de un viaje absurdo en un país absurdo, rodeado de figuras no tan absurdas. El propio protagonista quisiera verse a si mismo en aquellos profesionales oxidados y hastiados de si mismos, tanto como del marco que los expulsa.

Son muchas las reminiscencias que pueden haber provocado en mi la creación de Las Profesiones Perdidas. De alguna manera, creo que siempre estuvo entre ustedes, lectores comunes, y yo, el mero narrador, este asunto entre manos. Solo que, como muchas de las cosas que nos rodean, terminan por naturalizarse tanto en nuestra visión, nuestras palabras y nuestros sentidos, que van perdiendo poco a poco esa magia única que tiene cada cosa que nos acompaña en nuestra existencia.

Probablemente el germen de esta historia se haya plantado una tarde de invierno, entre mate y mate, viendo pasar un viejo afilador de cuchillos. Hacía muchísimo que no veía pasar un afilador que, con su característico silbido, recorría los hogares de antes (ya en la época en que nací los afiladores eran un recuerdo) dejando virutas de metal y monedas entre una sonrisa, una conversación y un pedaleo. Entonces me hice el planteo propio de comenzar a mirar hacia atrás, al pasado, y ver cuantos como ese profesional se habían hundido, tiempo atrás, en las sombras de un recuerdo para nada bueno.

Tristeza y nostalgia es lo que se siente cuando uno rescata cosas del polvo del pasado, y cierto sentido de pertenencia al saber que la misma sangre que corre por tus venas latió en un corazón antecesor, mientras lustraba zapatos o alimentaba calderas a puro sudor, músculo y mugre. Solo que hay muchas de esas cosas que no vemos a la primera mirada, y mis Profesiones Perdidas, fuera de estar cerca de los ojos de la mayoría, son de esos destellos mentales que si bien están, pocas veces son vistos.

Hay otra cuestión en esta historia, y es la del protagonista. Pues no solamente hay en él una necesidad imperiosa de conocer y recorrer, sino también de encontrarse, en los otros, a si mismo. Lo extraño y lo curioso de la cuestión es qué caminos tan retorcidos decide recorrer antes de arribar a una conclusión más o menos coherente. Pero voy a dejar de spoilear detalles porque, realmente, esto, fuera de ser un prólogo, se transformó en un texto de contratapa.

Esta historia está dedicada a los Profesionales Perdidos. Asímismo, está dedicada a aquellos que buscan en las Profesiones ajenas algo que les deje aferrar un poco de si mismos.

Espero que disfruten de su lectura tanto como yo disfruto escribiéndola, y que algo de todas estas palabras logre hacer eco en alguno de ustedes.

lunes, 26 de octubre de 2009

Lerembica

"Si tienes una manzana y yo tengo una manzana y la intercambiamos entonces tu y yo seguimos teniendo una manzana cada uno. Pero si tu tienes una idea y yo tengo una idea y la intercambiamos, entonces cada uno de nosotros tendremos dos ideas..." - Bernard Shaw






Guinevere estiró sus terminales, algo impaciente, esperando a su visitante. Había estado durante cuarenta y siete días asimilando datos desde todas sus terminales, en su totalidad y desde bastantes rincones del cosmos como para que la información se mezclara, se dilatara y se inundara lo suficiente de otros datos falsos, realimentación y circulares en forma de bucle que solamente creaban metáforas estúpidas y huecas. Diez días le había tomado reunir todo desde todos los rincones, y otro diez días descartar toda la falsedad del asunto. Los veintisiete días restantes se había dedicado, por fin, a digerir toda la información de la que disponía.
No había mucho que pudiera concluír sobre la escasa, diminuta información con que contaban de las Hespérides. Resultaba sorprendente, e inclusive ridículo, que después de tantos eones de convivencia interestelar supieran tan poco (apenas incrementado en cantidad con toneladas de suposiciones) de ellos, como al comienzo, cuando hicieron el primer contacto. También resultaba irrisorio que hubiera tenido que pasar tanto tiempo entre el primer contacto y este, ahora, el contacto y la conversación más íntima, de una vez y para todas.
Esperó unas cuantas horas antes de irse de la Cámara Preparatoria, hacia el Comando Central. Por supuesto que las unidades de tiempo eran usadas como con el arcaico sistema sólo por una cuestión de practicidad; hacía siglos que la raza se había perfeccionado lo suficiente como para dejar de estar atada a los viejos calendarios terrestres, pero la unidad de día seguía usandose igualmente. Un cierto respeto a los Antiguos y otro poco de utilidad aderezaban los relojes de ese entonces.
Guinevere suspiró un poco. Por una de sus múltiples terminales, llegó la señal que avisaba que la Hespéride indicada estaba preparada para el encuentro, que había pasado los controles de seguridad y que había arribado a tiempo, con un ligero retraso de siete segundos y medio. Bostezando, gracias al cansancio anticipado que le producía la entrevista que iba a suceder, de antemano, se deslizó por la plataforma que llevaba al Comando Central. En su pupila derecha el ojo electrónico transmitió, como un flash, la imágen de un antiquísimo animal de la tierra, un ave preciosa y bellísima que se desplazaba con majestuosidad, haciendo que el Viejo Sol le arrancara destellos bellísimos a las plumas de su cola. Así se comparaba a si misma ahora Guinevere, cuando se conducía al Comando Central, arrastrando detrás de ella las miles de terminales principales conectadas a su espinazo, cabeza, cadera y brazos.


Hacía demasiado que la Humanidad había dejado de ser una mente segmentada en miríadas de seres para transformarse en entidades mas o menos masivas. Esto se habia dado hacía demasiado tiempo, una cantidad que numéricamente no se podía expresar sino con varios dígitos que no eran dignos de ser mencionados en las comunicaciones regulares. Después de todo, a la entidad que ahora era la Humanidad (o la Inteligencia Cósmica, como se llamaban entonces) le servía solo saber que los hechos se habían desarrollado, y que ahora vivían sus consecuencias.
Por supuesto que ningún dato se perdía. Los datos eran archivados valiosa y cuidadosamente, y los archivos ya no se deterioraban ni se perdían como en antaño, en la época de los Antiguos: ahora se sabía con precisión y con exactitud cada hecho, cada fecha, cada cantidad de muertos, cada volúmen espacial.
A la Inteligencia Cósmica le había costado llegar a ser el ente masivo que ahora era. Después de todo, el basamento principal había sido la Humanidad constituída por los Antiguos, y aún ellos, con su inteligencia superior, continuaban siendo tan bárbaros como muchísimos otros pueblos del universo. Tardaron muchas eras de guerras, viajes intergalácticos, desastres colosales y demáses eventos de escala cósmica el poder darse cuenta de cual era el proceso que debían continuar.
La Vieja Humanidad, como muchísimos de los otros pueblos de la Tierra, creían que la expansión universal podía lograrse conservando la independencia de cada pueblo, lo cual fue el error que arrastraron durante millones de años, inclusive hasta que su sol estallara. La única solución, que constaba en la unión en masa de esos millares de seres mas o menos iguales, era la que llevaría a la Humanidad a un verdadero proceso de expansión.
Por supuesto que la Humanidad debía solventar problemas. El cuerpo individual de cada hombre debía ser descartado o modificado, en orden para cumplir su funcionalidad. La animalidad del hombre no podría soportar los rigores del espacio, por lo que muchas de sus funciones biológicas fueron robotizadas o realizadas mecánica y cibernéticamente. Millones de seres se sumaron a la entidad colosal que estaban descargando sobre unos siete, iniciales y primitivos, computadores que permitieran procesar la colosal cantidad de datos.
Con la unión y el perfeccionamiento de la unión, convino y contrajo la humanidad el problema y la necesidad de la expansión, esa expansión que tanto se había buscado. Con tanto conocimiento bajo sus ramas de expansión y recolección, se hizo inevitable el hecho de incorporar mentes no humanas a la entidad colosal en que se habia transformado la Humanidad. No era necesario que los pueblos quisieran o no la aceptación de la unión con la entidad; la Humanidad se había desarrollado tanto que su poder bélico era directamente proporcional a su colosal capacidad de sapiencia. Ergo, si el pueblo se unía pacíficamente o no, importaba poco.
A la larga, la expansión se volvió matemáticamente estable, y la gran mayoría de los pueblos pasaron a integrar el ente colosal de la Humanidad, que por ese entonces había dejado de ser Humanidad propiamente dicha por ser integrada por trillones de seres de distintas razas y pensamientos. Los siete computadores originales fueron reemplazados por tres, que se expandían geométricamente por el Universo, en esa suerte de Big Bang de Logos. Las tres Computadoras principales tenían personalidad propia, que reflejaba la de las millones de mentes con que cada una contaba, y habían sido bautizadas por uno de los últimos hombres como Helena, Brunilda y Guinevere. La idea era seguir con su expansión y, si alguna vez conocían algo relativo a un final, unificarse en una sola entidad colosal. Fue en el momento de la creación de las Tres Máquinas Perfectas (como se las llamaba) en que la Humanidad dejó de ser Humanidad para ser conocida como Inteligencia Cósmica.


Guinevere tecleó unas cuantas pulsaciones en su teclado. Se preguntó a si misma como era que, realmente, eso estaba pasando. El contacto con una Hespéride era algo totalmente inesperado, y aún más, la entrevista con una era casi una fantasía. A pesar de que ella era una de las TMP, sentía, cada tanto, reminiscencia hacia muchos otros datos que estaban ahí, pero creían y querían ser revividos. A pesar de contar con fuentes fidedignas de datos, con autores cerciorables (aún vivos en su memoria y su mente colosal), cada tanto sentía una relativa ... cosa extraña que le recorría. Por supuesto que ninguna de las Tres sentía nada; los inconvenientes hormonales se habían solucionado casi enseguida, como uno de los principales palos en la rueda a la hora de la evolución. Pero había allí una cosa que no era duda, ni tampoco cercioramiento. Era, quizás, un esbozo de eso que los registros de los Antiguos llamaban Conciencia? O quizás era la extrañeza al poseer un cuerpo físico y tangible, con más sentidos de los que un cuerpo Antiguo tendría, para poder operar? Porque su creador la había hecho mujer, o mejor dicho, las había hecho morfológicamente parecidas a lo que antes eran las mujeres? Se decía que, por tradición, para representar a Tres Furias, Tres mujeres especiales que tejieran, midieran y ejecutaran el hilo del destino de la Inteligencia Cósmica.
Sin embargo, era cómico. Los personajes ficticios a los que hacían referencia sus nombres denotaban a mujeres un poco endebles, poco capaces, y muy primitivas; arquetipos que se usaban antes, y nada más. Entonces, que era lo que significaba ahora, eones después de que esos siglos siquiera cruzaran la psiquis del hombre en forma de impulso nervioso a través de las neuronas?
Un parpadeo por una de sus terminales le avisó que la Hespéride estaba arribando. Se removió detrás del panel del Comando Central, adoptando una posición que todos esperarían de una TMP.


Ya había pasado un buen tiempo desde que la Inteligencia Cósmica se contituyera como tal, y que su expansionismo no hubiese representado, a la masividad de la mente tri-partita, más que unos pocos avances casuales, cuando se toparon por primera vez con una Hespéride.
Para ese entonces, la Inteligencia Cósmica creía que conocía perfectamente todas las posibles formas de vida hallables en el Universo, y las leyes de la Ciencia Física eran algo parecido a paradigmas; era obvio que la sla existencia de las Hespérides fue como un latigazo a la Lógica de la Inteligencia Cósmica, latigazo que restallara sobre las mismas viejas heridas que rezaban: "El conocimiento acabado es una Quimera, y una trampa de la soberbia".
Las Hespérides fueron detectadas enseguida, a pesar de que muchos de los instrumentos de Brunilda (la TMP que hizo el primer contacto) la registraran como a una estrella común y corriente. Era un ente vivo, de eso no cabía duda, pero o bien estaba dentro de la estrella, o bien era la estrella misma. Brunilda se dedicó a experimentar secularmente, hasta lograr la salida de la Hespéride misma desde la estrella tras la reacción en cadena que lograría su destrucción. La Hespéride, fuera de estar pacíficamente sumida en tranquilidad y curiosidad por aquel ente bio-mecánico que avanzaba hacia él, se lanzó al ataque con una rapidez que ninguna TMP había visto antes. La lucha fue larga, pero Brunilda contaba con mayores recursos y la Hespéride se dio a la fuga demasiado rápido como para seguirle el rastro.
No obstante, el hecho fue archivado y las teorías comenzaron a zumbar entre los cerebros almacenados, respecto a qué había sido aquella cosa que los había atacado y cómo podía decirse que viviera dentro de una estrella.
La tarea primaria de las TMPs cambió entonces y, para su sorpresa, había más Hespérides (nombradas así por la antiquísima leyenda) entre ellas de las que sospechaban. Había sido la recolección de datos necesaria la que les habia dado la capacidad de reconocerlas, y era probable que hubiera una dentro de cada estrella que existía en el cosmos.
Las TMPs se regocijaban en su nueva fuente de conocimiento y teorización, como si un niño pequeño estuviera descubriendo un juguete nuevo. El problema consistía en que las Hespérides permanecían en una suerte de letargo dentro de la estrella que las albergaba, y solo eran despertadas por la destrucción de lo que parecía ser su hogar. Las TMPs, en un principio, no malgastaron esfuerzos en buscar sobre cada estrella que tenían, y tratar de retener a la Hespéride furiosa para interrogarla. Era indudable que aquellos entes tenían inteligencia, y debían ser incorporadas, tarde o temprano, a la Inteligencia Cósmica.
Las estrellas murieron a raudales, suscitando un inesperado creciente número de Hespérides que se daban a la fuga rápidamente. Final y sorpresivamente, las Hespérides se congregaron en un punto del Universo cerca de donde Helena estaba haciendo salir a sus congénes de dos estrellas gemelas. Las Hijas de las Estrellas se unieron, literalmente, en un solo y titánico ser, un hombre que parecía haber sido forjado de las estrellas mismas, y se lanzó a un ataque colosal contra la TMP.
Las tres TMPs debieron unificar sus fuerzas para detener el titánico poder que las Hespérides desplegaban sobre ellas. El combate mismo, más que alejarlas, provocó la reacción de la Inteligencia Cósmica misma. La guerra fue larga y duradera, hasta que las actividades se detuvieron de ambos lados. La Inteligencia Cósmica, razonando en la inexplicable morfología humanoide de esos entes y en su actividad bélica para con ellas, intentó hacer contacto. Las Hespérides se mantuvieron en un silencio mortal por siglos, y la Inteligencia Cósmica hizo otro tanto, deteniendo su proyecto de expansión que durante tanto tiempo había sido su única mente. Ahora, las tres TMPs y todos los entes que implicaban trabajaban para dilucidar el problema que se presentaba ante ellas. Las teorías se elevaban rápidamente y eran descartadas enseguida, en una avalancha de señales que Guinevere, Brunilda y Helena procesaban y descartaban. Eran, ahora si y realmente, las tres Furias hilando el destino en sus manos.

Guinevere vio como, a través de sus ojos, se proyectaba la imágen de la Hespéride, inexplicablemente pequeña y de forma femenina también (como ella). La pequeña doncella se acomodo delante de ella, levitando con suavidad; hubo un instante de silencio mientras los miles de instrumentos de Guinevere recorrían la mórfosis de aquel ser que tenía delante, y mientras el flujo de preguntas la recorría en un éxtasis casi inexplicable. La Hespéride, no por estar conformada por energía pura, carecía de facciones; es más, su rostro era mucho más expresivo que el de la propia TMP, y hacía que clips viejísimos se reproducieran, casi todos de reminiscencia de cuando los humanos eran seres individuales. La Hespéride sonrió.
El problema de la comunicación se había resuelto ligeramente. Si bien Guinevere solo se comunicaba por sus terminales, la Hespéride no contaba con ninguna entrada donde poder conectarse; pero ellas mismas le habían enseñado a las TMPs (y estas no tardaron en comprender) que podían ajustar la intensidad de su flujo energético, variándolo, en una suerte de idioma vibracional. Guinevere tendría que hacer otro tanto, emitiendo señales energéticas para que la Hespéride le comprendiera.
La conversación, más o menos, fuera así, en los términos burdos con que cuenta nuestra lengua:
-Muchas Gracias por acudir a la entrevista- dijo Guinevere, ajustando el flujo
-No ha sido nada. Es necesario que esta conversación se lleve a cabo para evitar que la energía se siga perdiendo inútilmente-
-Comprendemos- dijo Guinevere, transmitiendo todo mientras elaboraba respuestas, a las otras dos TMPs -Y creemos lo mismo. Hace tiempo que queríamos establecer contacto con ustedes, pero ustedes no nos permitían el acercamiento-
-Es que ustedes estaban demasiado cerca. Y no podíamos evitar sentirnos amenazados por la destrucción de las estrellas. Ahora, después de todo lo que ha sucedido, comprendemos y observamos que han aprendido que la destrucción innecesaria de soles no sirve de nada-
-En efecto - procesó Guinevere -Tenemos proyectos para reemplazar las estrellas muertas con otras, artificiales pero igual de funcionales. Desequilibrar el Universo a nuestro paso no está en nuestros planes-
-Y sin embargo, son una colosal máquina de fagocitar vida. Proclaman que su camino es el verdadero, pero no dejan otra opción. Como están tan seguros de que han alcanzado la cúspide de toda razón?-
-Es la conclusión lógica que nos avala. El tiempo también nos da la razón, y nuestros registros también. No ofrecemos la muerte, solo la unificación total-
-En la pérdida de la unidad. Además, la lógica es una herramienta que nos es rudimentaria y rara- dijo la Hespéride, frunciendo el ceño -Ustedes son matemáticos, no?-
-Matemáticos?- Guinevere hizo su primer pregunta cuando menos se lo esperaba
-Si. Ustedes Cuantifican, no Cualifican- dijo la Hespéride, explicando
-Gran parte de nuestro conocimiento, podría decirse, ha estado basado en la cuantificación. Pero no hemos dejado de lado el factor de la cualificación. Aún hoy, hay mentes tratando de descifrar esa clase de problemas...-
-Pero son problemas insolubles para ustedes- agregó la Hespéride con una sonrisa. Guinever rebuscó en sus millones de mentes y reconoció que esa era una sonrisa de un antiquísimo sentimiento; la piedad. Y no le gustó.
-Porque hablas de cualificación y cuantificación? Acaso ustedes han logrado resolver esta clase de problemas?-
-Claro que si - dijo la Hespéride, con la más natural de las sonrisas -Hace demasiado tiempo. Así como ustedes tienen esa intrigante disciplina, la Matemática, que domina y da raíz a tantas otras disciplinas fascinantes que sus pueblos han construído (como la geométrica, la física, la gerontéutica, la repaelógica), nosotros tenemos una disciplina base que no se basa en la propia cuantifiación y clasificación, sino en la cualificación-
-Realmente?- dijo Guinevere, denotando sorpresa por primera vez desde su nacimiento
-Realmente- dijo la Hespéride, con cierto dejo de felicidad -Es increíble, hasta en la forma de unificarnos hemos sido diferentes... -
Si Guinevere hubiera tenido ceño, lo hubiera fruncido. Preguntó:
-En la forma de unificarnos?-
La Hespéride guardó silencio durante un tiempo, cosa que no inquietó a Guinevere (que no dejaba de escanear a la criatura que tenía delante, lista para cualquier reacción), pero si la puso sobre alerta. Era la primera vez que se topaba con algo tan desconocido para ella, que escapaba tanto a sus estándares.
Al fin, la Hija Anónima del Sol habló, con otra sonrisa un poco más cansada en su fatuo rostro:
-Verás, Guinevere (si es que ese es tu nombre), nosotras, lo que ustedes llaman Hespérides, somos el pueblo más antiguo que conoce este universo. Hemos visto como su unión se desarrollaba y hemos visto como sus ciencias, en sus miles de planetas, tenían florecimiento propio y tomaban cuerpo. Nosotras habíamos desarrolado una ... especie de Ciencia (No encuentro mejor manera de definirla en tus estándares, comprendeme) que basaba su vértice y su eje en la cualificación. Mientras que ustedes cuentan las cosas, nosotros no tenemos números. Sabes lo que eso implica? Siquiera nos distinguimos unas de otras, y por eso llegamos a la unidad comunal antes que ustedes. Sin embargo, una suma tampoco nos representa nada por lo que... a ver, podría ejemplificartelo contigo. Cuantas mentes posees en tu haber?-
Guinevere estaba mareada, pero contestó hábil y mecánicamente la cifra de diecisiete dígitos. Las mentes no consideradas eran dejadas de lado, pues se trataba solo de meros archivos.
-Sin embargo- dijo la Hespéride -coincidirás conmigo en que todas esas mentes, en la unidad que sos vos, no representan más que un uno mismo-
-Es cierto- dijo Guinevere, utilizando por fin algo de su amada lógica -Soy la unidad de un Tercio de la Inteligencia Cósmica. Somos uno, así como dos mas cinco son siete y no dos y cinco-
-Pero, verás- dijo la Hespéride, en tono cómplice -Nosotros no tenemos la cuantifiación. Solo cualificamos, por lo que tu suma no tiene ningún sentido para nosotros. Por eso podemos ser una unidad total sin la pérdida de individualidad que tienen ustedes o, mejor dicho, teniendo una pérdida de individualidad distinta-
Guinevere se detuvo unos instantes a procesar. Las teorizaciones que bullían en sus terminales a cada palabra de la Hespéride ahora se habían detenido, para emerger nuevamente en un colosal impulso. Todo aquello era un nuevo horizonte, un pedazo grosero de tierra sin explorar que jamás habían considerado. Cualificación en vez de Calificación?
-Guinevere- dijo la Hespéride -Nosotros los vimos crecer, y los dejamos precisamente porque su Matemática era distinta a nuestra Lerémbica, aquella que cualifica y no cuantifica. Sabíamos, gracias a nuestra conciencia única, que la diversidad era importante y que era bueno tenerlos cerca, que era bueno que existiera otro punto de vida en la existencia mutua universal. Cuando por fin nos descubrieron, nuestros propios pensamientos originarios se hallaban tan sumidos en el misterio del tiempo que no atinamos a hacer otra cosa que defendernos de sus ataques. El resto es historia conocida, pero...-
-Momento- dijo Guinevere, severa, aún digiriendo información -Fuera de que ustedes son más antiguos que nosotros, que nos han observado como a un experimento y que nos ahn combatido por olvido, hay algo más que debo saber?-
-No, nada más que hayamos conservado en secreto hasta entonces-
Guinevere era incapaz de sentir desesos de vengarse sobre esa raza tan pedante, pero si hubiese podido, probablemente no hubiese sentido nada.
-Guinevere- dijo nuevamente la Hespéride, repitiendose -Ha llegado el punto en que tengamos nuestro momento de protagonismo. Juntos.-
-Tenemos un larguísimo interrogatorio planeado para ustedes, pero solo me inundas con información que no te he pedido-
-Es que la emoción de que hayamos llegado a este punto me domina... perdona, ustedes no sienten más emociones desde hace eones- dijo, disculpándose -ya habrá tiempo para los detalles técnicos y para apagar su sed de conocimiento, para que sepan cómo vivimos dentro de las estrellas y cómo funciona nuestro organismo. Ahora mismo tengo, tenemos una proposicion que hacerte, que hacerles-
-Escucho- dijo Guinevere, aunque era algo más como un "leo", dada la situación.
-Nosotros no podemos evitar preguntarnos cómo sería una civilización que tenga un poco de nuestras dos ciencias mayores, esto es, la Lerémbica y la Matemática. No podemos evitar preguntarnos si una sociedad puede elevarse sobre dos puntos de vista tan radicalizados. Queremos plantar las semillas de nuestros genes en un mundo a prueba-
-Como?-
-Los hemos observado generar mundos vivos a su antojo, antes- dijo la Hespéride
-Si, tengo registros de archivos respecto a esos experimentos: nos sirvieron para darle los toques finales a las teorías planetarias. Pero, para que crear esta clase de civilización nueva?-
La Hespéride se sonrió lo suficiente como para que Guinevere no pudiera llegar a una conclusión definitiva respecto de esa sonrisa. En sus archivos había sensaciones como sarcasmo, mera diversión e, incluso, un poco de malicia.
-Porqué llevan a cabo su grosera expansión por el cosmos, Guinevere?- replicó la Hespéride
Guinevere no supo qué contestar. Desde todas sus terminales se sintió invadida por ese mismo éxtasis informativo que obtenía tan poco a menudo, cuando nuevas posibilidades se abrían ante ella: era casi como hacer el amor virtualmente, si lo comparaba con los viejos, viejísimos registros. Guinevere hizo lo único que podía hacer en ese momento, inundada de oportunidades abriéndose ante ella. Una nueva civilización hija, más perfecta que ellos, más compleja, más interesante, más imprevisible...
-Déjame consultarlo con las otras dos TMPs- dijo Guinevere -Una vez hayamos arribado a una solución, te lo comunicaré. Solamente tomará un momento-
Guinevere comenzó a desplazarse, pensante, hacia la Cámara de Encuentros, luego de haber enviado las señales a Helena y Brunilda para que la encontraran allí. Aunque ya estaban al tanto de los hechos, las TMPs, por una extraña y antigua costumbre, solo tomaban las decisiones importantes en reuniones semejantes.
Antes de entrar en el despacho, Guinevere se dio vuelta hacia la Hespéride. Brillaba con el flujo de energía tan característico de aquellos entes, y sonreía con una sonrisa enigmática y picaresca. Guinevere también hubiese sonreído si hubiese podido sentir alegría.
-Recuerda que me debes unas buenas explicaciones a nuestro interrogatorio- dijo, y se marchó arrastrando las miles de terminales que le daban un aire tétricamente hermoso.






El hombre se hallaba sentado, mirando las estrellas. El aire se arrastraba perezosamente por aquellas colinas, apenas generando remolinillos de viento en torno suyo, levantando el polvo de los senderos. La barba le molestaba un poco en esa estación de calores, pero años de viajes y de tolerancia le habían enseñado que ser viejo constaba de soportar muchas cosas.
Estaba totalmente solo. Era terrible sentir aquella frialdad en el alma, mientras miraba hacia fuera, hacia la esfera celeste que solo Urano podía contener. De alguna manera, siempre había estado solo, pensó, pero se detuvo y consideró unos cuantos detalles de su vida. Pensar que, lejos de aquel panorama, en una ciudad entre montes y montañas más escarpados que los pocos que había allí, había otros charlatanes intentando develar cual era el secreto de aquel kosmos.
-Panta Rhei- dijo, y el murmullo se perdió en el viento, mientras el viejo, viejísimo Heráclito de Éfeso regresaba, en ese atardecer decadente, a su humilde hogar.