jueves, 7 de mayo de 2009

The Nether Mushroom, o Cuco Personal

Empiezo a escribir esto después de una roleada. La verdad es que estoy bastante consumido, por no decir cansado, pero creo que tengo un poco de repuesto como para vomitar esto once and for all.

Tengo alma de estructuralista sistemático. Por más que lo odie y que realmente no me sirva demasiado (ya que desaparecen los proyectos tan rápido como se alzan), tengo que reconocerlo: termino siendo esa clase de cosas y de personas que le ponen número y etiqueta a las cosas, además de que suelo pensar mucho en las posibilidades. Pero dejemos la porquería introductoria y resumamos: ya que supuse hacer un análisis copado sobre cierta persona, me veo en deuda casi kármica de hacer un relato similar con todas aquellas personas que rozan este... digamos, éxtasis virtual. Así que aquí arremeto de nuevo con esa clase de narrativas que a nadie gusta, pero sirve para regalarse flores marchitas.

Hold on your Buts!





Vacía.
Cansada.
Fatigada.
Consumida.
Extenuada.

Se veía a si misma como una conjunción de cosas, una encrucijada de situaciones y de oraciones. Muchos porqués, muchos quizás, y toneladas de ojalás se apilaban sobre ella en una prensa que oprimía y a veces sofocaba con tanta insistencia, que ni siquiera allí, en su lugar seguro, tranquilo, podía estar totalmente serena. Tampoco era de esas personas que solían quebrarse con facilidad, pero cuando lo hacía, la rotura podía superarla con creces.

-Vacía, cansada, fatigada, consumida, extenuada...- dijo la vocecita irritante, seguida por la risa socarrona más estridente que había oído jamás. Luego, con insistencia, otra vez, retomaba la lista como si fuera una cinta grabada que se repetía sola, diciendo con el mismo hilito de voz -Vacía, cansada, fatigada, consumida, extenuada...-
Y por supuesto, otra vez la risita.
Si había algo que Harold sabía hacer, era sacarla de sus casillas. Lanzó una mirada de odio al espejo, desde donde Harold la observaba con sus ojitos amarillos, y lanzó una toalla, cubriéndolo.
Que se calle, penso, Que se calle.


Las carcajadas se llevaban todo. Las risas, la buena vida, la comunión con sus amigos, que trascendían la frontera de amigos para ser ya familia. Esas personas que eran para ella como cuentas de un rosario del que se aferraba, sin saber (o quizás suponiéndolo) que ella misma era una cuenta más en miles de rosarios de miles de personas. Los encuentros, las mateadas, los paseos, las escrituras compartidas, las conversaciones...
Las lecturas, las oraciones, los descansos. A veces creía que si todo eso no estuviera en su vida, probablemente la hubieran metido en un manicómio al mejor estilo Silent Hill desde hacía mucho tiempo. A veces se preguntaba cómo diablos iría a trabajar, resoplando un suspiro de tedio frente al espejo.
Y era entonces cuando los ojitos amarillos emergían, y la risita socarrona se dejaba ver apenas.
Lo curioso es que ella no odiaba a los espejos. Le encantaban los espejos, no les rehuía ni tampoco quería temerles. Ni siquiera Harold lograba despertarle el odio, la miseria, las escorias del espiritu humano. No.
Ella continuaba viviendo su rutina que no era rutina, y también continuaba existiendo realmente en aquellos espasmos de placer que sufría el recorrido por el mundo. Una que otra lectura, decenas de personajes y tramas revoloteando en su cabeza, pensamientos pícaros y un poco de amor que encontraba sus resquicios cada tanto.
Harold arañaba los espejos, las ventanas, los cristales y todas las superficies pulidas. Harold se parecía mucho a ella, como si fuera un reflejo lo bastante distorsionado como para que sea evidente que no era humano; no obstante, Harold tenía personalidad y límite propio. Lo había bautizado así porque lo creía bastante apropiado, ya que ella detestaba ese nombre y también lo detestaba a él.
Cada tanto, Virgilio u otra entidad acudía en su rescate, y Harold corría a esconderse en las sombras de las habitaciones cerradas, la negrura de las cerraduras de las puertas y lo evidente de algunas mentiras.

Cuando se dió cuenta de dónde residia Harold, se sintió algo molesta consigo misma. Cuando lo vió por primera vez corriendo las manecillas del reloj parado, también se dió cuenta de quién había sido el que todas las veces anteriores le había gastado aquella broma, y también se dió cuenta de qué era Harold. O por lo menos, ahora tenía un indicio bastante más marcado y claro de lo que podía ser. Sin embargo, no rabiaba en ira ni nada.
Simplemente se rompía, como un bello espejo renacentista que es tirado desde un cuarto piso, o que debe reflejar todos los días en su cuerpo el rostro y la conciencia de un criminal lo suficientemente jodido como para alterar un espejo.
Entonces lo vio, y se dio cuenta. Ella era un espejo en el que se reflejaba todo, o casi todo, de una manera mucho más clara que el original mismo. Todo se veía en ella perfectamente, con mejor detalle, sincero y claramente.
Llegó a imaginarse a Harold como verdadero, reflejándose en ella y riéndose del pobre espejo, objeto inanimado que no podía optar; los objetos no optan, no eligen, no tienen chance ni decisión. Deben cumplir su función como siempre. Para siempre.
Salió a trabajar con demasiados pensamientos engranando en su cabeza ese día.

Dos días después estaba tranquila, serena, mientras aquel ambiente estaba extrañamente desocupado. Serena después de un buen tiempo de reflexión e introspección.
Harold se asomó, en puntas de pie, y se sonrió al verla tan tranquila. Le daría un ataque cuando lo viera danzando detrás de la pava, reflejado como si fuera una especie de espectro negrísimo, o una alta figura gris, o una opaca y blanca masividad con ojos. Los ojitos amarillos y malignos siempre se repetían.
Ella lo vio, pero no se inmutó. Harold, en cambio, si se molestó por no surtir efecto en ella, pero no se desanimó; comenzó a recitar con precisión gramática aquella sarta de palabras que siempre surtían efecto...

-Vacía, cansada, fatigada, consumida, extenuada...- chilló la vocecita, que tronaba como si estuvieran arañando el horno de acero con uñas de metal afilado.
Ella solo puso una mano delante y dijo con una voz serena y tranquila.
-Chau Harold-
Harold comenzó a desvanecerse, poco a poco, sin darse cuenta en un principio. Cuando se percató del importante detalle, se desesperó y comenzó a repetir las palabras con mayor rapidez. Y, al fin, cuando se dió cuenta de su inminente desaparición, chilló en un tono suplicantemente patético:
-No, espera! Vacía, cansada, fatigada, consumida, extenuada! Vacía, cansada, fatigada, consumida, extenuada!-
Harold desapareció sin dejar rastros.


En algún lugar de Roma, un antiquísimo espejo, bellamente adornado, dejó de reflejar a su dueño. Por supuesto que esto alteró muchísimo a su propietario, un hombre de mediana edad cuya mente no estaba muy equilibrada que digamos, quien no tuvo mejor idea que arrojarlo por la ventana con ira y contemplarlo romperse, acción de la gravedad del cuarto piso.
Y cuando vió a aquel monstuoso espectro negro en los pedazos de espejo esparcidos por la calle, no tuvo mejor ocurrencia que desplomarse de la impresión.
De cabeza al vacío, por supuesto.


Son las doce de la noche, y Ella no tiene ni la menor pista de que, cuando vaya a bañarse, se encontrará con un hombre confundido y destrozado por la caída en su espejo.






"There is no value on being a Broken Toy, wich is what you Losers are", - Iori Yagami


Dedico este escrito a quien sabe encarnarse en este escrito. Espero que sea un abrazo reconfortante y no un cachetazo en la cara, puesto que está diseñado para reconfortar y no para aturdir. Quizás otro día pueda escribir algo un poco más poético, menos trágico y fantástico. No lo se. Quizás no debería escribir esto, o quizás si. Solo el tiempo lo dirá

2 comentarios:

  1. Indeed my friend, you are a little fucked up.

    HAHAHAHAHAHAHA. Harold sigue dando vueltas, pero Virgilio FTW.

    Interesante vision que tienes de mi amigo. Muy interesante, y da para explayarse. ¿Como me ves como personaje tuyo? jejeje

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  2. Es como mirar a los espejos una noche triste y encontrarse con que tu imagen tiene los ojos más oscuros y una lágrima recorre su mejilla... Vos la observas sorprendido, porque no estás llorando, tus ojos no han cambiado... Y te das cuenta que tu alma se está reflejando por primera vez en el espejo... Y escapa... para dejar en el reflejo el saco de carne y hueso que uno es...

    Ah... my dear friend (y ahí se acabó mi inglés...)COMO TE EXTRAÑO Y COMO ME GUSTARIA TOMAR EL LUGAR DE ESE HAROLD PARA MOLESTARTE TODOS LOS DIAS!!!!!

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