martes, 19 de mayo de 2009

Music from the Deepest Forest

Poco tiempo después de que los exámenes escupieran sus resultados regulares, supo que podía seguir adelante. Podía seguir existiendo, viviendo, con todas aquellas mismas energías de siempre, las energías que quemaban su vida en el simple devenir de los días.

Había estado extrañamente asustado, un poco más regularmente atrapado, y otro poquito feliz. Feliz de volver a saberse dueño de si mismo, alegre de poder sentir otra vez el peso de su propia vida sobre si mismo.

Ella continuaba allí, delante suyo, mirándolo con esos ojos regulares y normales, mortalmente azules y profundos. Ojos que decían y no decían tantas cosas, como estímulos y señales en pluridad de pequeños gestos; la comisura tensa de sus labios carnosos, el entrecerrar de los párpados, el entrecejo fruncido.

Se rió un poco. No de ella, no de él. De ellos. Ella parecía ofendida por aquella risa inocente y sencilla que emergía de su pecho, y él no pudo, no quiso decir más de lo que podría decir o querer explayar en aquella situación. Y ella tampoco podía ni quería decir más nada. Estaba mortalmente ofendida y, a la vez, sabía que no podía seguir existiendo sin ir allí todas las mañanas. Serena, salvaje y hermosamente.

Él continuaba estático, quieto en comunión visual con ella. Ella en cambio lo miraba con unos ojos que eran abismos, que eran eternos y que eran lejanos, aún más lejanos que la estrella más distante. Ella estaba envuelta en harapos que insinuaban su figura, entre sombras y entreluces veteadas a través de la arboleda. Él estaba cubierto de arpillera y trapos que parecían alfombras, dándole un poco más de relieve del que naturalmente tenía. Y ambos se miraban, mientras el polen flotaba en el aire de la tardecita, suave como una caricia natural.

-Sabés- dijo ella -Que lo que estás eligiendo te va a matar-
-Sé- dijo él -Que lo que estoy eligiendo me va a matar-
-Y aún así lo elegís?- gritó, en un grito quebrado -Sos estúpido?-

Él se levantó y la contempló. Estaba llorosa, débil y frágil. No era ella en ningún aspecto, de ninguna manera, de todas las veces que la había contemplado a lo largo de los años. Simplemente dejó que el viento pasara entre ellos, hiciera hacer una pirueta a las hojas secas y se detuviera, mirándolos como el mejor fotógrafo que podrían desear.

-Sé- repitió él, sereno, y se volvió nuevamente, sin volver a clavar su mirada en ella. No tenía caso mirarla, no tenía solución.
Y mientras él caminaba y ella destilaba su odio como si fuera un vapor que se desprendiera de su piel, la melodía comenzó a llamarla, como todos los amaneceres, desde la profundidad de la arboleda. La canción irresistible que despertaba su veta más salvaje y natural, que la hacía vivir y vibrar con cada fibra de su ser. Él era de ellos, por supuesto, pero elegía irse lejos por aquel camino desolado que lo llevaría lejos, siempre lejos.

Por supuesto que él supo, y sintió también la melodía que lo llamaba, la canción eterna que siempre surtía el mismo efecto y comenzaba a hacerle hervir la sangre. Quiso volverse, pero no lo hizo. Sabía que si se volvía, sería el inicio de su regreso, y no quería regresar.

Ella dejó caer una última, final lágrima. Y con la misma majestuosidad de siempre, se dejó llevar por la música sacra y profunda, como quien se deja guiar de la mano por alguien.











Por cierto, porque comino estoy escribiendo cosas tan patéticamente trágicas?
A ver si puedo pulir algo y sale otro hijo, más genial >.<

1 comentario:

  1. Levantó una ceja y lo observó desde encima del armario. Él le daba la espalda y escribia afanosamente, ella se aburria un poco y se sonreía con las cosas que escribia... Le tiró un par de piedritas y le sonrió con una sonrisa torcida, irónica... parecía decir "por qué tan dramático? que te duele mi pequeño amor?"... Pero antes de que pudiera él decir algo, la musa desapareció...

    A mi me gusta!!! Aparte... por algo se empieza a largar lo que se tiene adentro hasta que nace el personaje en cuestion...

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