lunes, 4 de mayo de 2009

Sueños Ovillados

Escuchando Eurythmics y Annie Lennox se pueden llegar a evocar las cosas más extrañas. Combinen esto con un poquito de nostalgia, otro poco de insomnio y muchas ganas de gritar mientras el mundo duerme, y tienen un buen principio para un escrito. Casi como un Riff de guitarra en una Power Ballad.

Estuve de viaje en Buenos aires toda la semana pasada, lo menciono solamente para que tengan un marco de referencia. Estar en Buenos Aires no difiere en muchos detalles técnicos de cómo vivo acá en Rosario, pero estar allá te hace sentir como si tuvieras toda la libertad del mundo para hacer lo que desees, como si no tuvieras ni una puta responsabilidad siguiéndote los pasos todo el tiempo, como si cada pucho que te fumás no hiciera mella en tus pulmones. Buenos Aires me hipnotiza, me seduce y me narcotiza de la mejor manera, al mejor estilo que lo hace Rosario en algunos flashes.

Pero Rosario es un Viejo, Viejísimo Amigo. Voy y vengo por sus calles, viajo en esos colectivos que parecen subtes y tengo mil y un refugios en muchísimos hogares ajenos. Rosario es el mismo amigo que sé que voy a tener de acá a cincuenta años, cuando esté por morir o cuando esté totalmente dormido. Rosario es ese hermano que nunca va a estar ausente, esa ex-novia que siempre va a compartir mates conmigo.

Buenos Aires tiene otro nombre, otros olores y otros sabores, además de otro ritmo. Quien dijo que las Ciudades tienen su propio carácter y personalidad no estaba errado para nada, y el Viajero medio sabe esto.
Buenos Aires se me está rebelando cada vez más cómo ese rincón del mundo donde las leyes de la física y de mi razón no funcionan, aquel espacio donde todo es válido dentro de un marco completamente terrenal. Es el recreo de mi vida, y estoy orgulloso de compartirlo con la gente que amo y que está allá afuera en este mismo momento.

Me corrijo unos instantes: el recreo son los Viajes en general. Buenos Aires vendría a ser el Kiosko (gordo de mierda xD).
Donde duermo mientras estoy allá, fuera de ser un lugar excelente cuya estética me encanta y me fascina (además de la musicalización constante), posee un carácter y una presencia tan fuerte que mi salud pocas veces sale ilesa de su encuentro. Ya dije con anterioridad que las leyes del sentido común y las que rigen mi vida dejan de mandar en Buenos Aires, y es así; mientras estuve allá he sentido, soñado y vivido cosas que no sueño, siento o vivo aquí, o en otra parte. Buenos Aires tiene parte de ese pedazo de Rosario que parece demorado en los edificios viejos, en las tardes de Domingo y los mediodías en las Peatonales. Buenos Aires es Tanto jóven como vieja, y eso es lo que me fascina de ambas ciudades.

La Vejez y la antiguedad, el goticismo arquitectónico, las tradiciones y la grasa tercermundista de la que nos nutrimos es lo que engrasa y da sustento a la segundo fase, la juventud. La juventud es evanescente, es rápida, es dinámica. Es aquel ruido de multitudes que se siente en una plaza a la tarde, el olor que se percibe en un subte o los pasos apurados en una calle céntrica. Juventud es ser humano, mientras que Vejez es el paso y el sustento que el humano idea para si mismo. Si la Juventud es la Bisagra por el efecto del giro, la Vejez es la Grasa que permite que la Bisagra no se desgaste demasiado.

Mientras estuve en Buenos Aires, a merced del Vortex que regía donde yo dormía (estúpido yo, que olvidé tomar los recaudos necesarios), tuve sueños extraños y totalmente provistos de... Juventud. Digamos, Hacía un buen tiempo que no vivía tanto los sueños, como si fueran parte nuestra y mía.
El primero de los Sueños era algo repetitivo y poco original. Soñé con un Yo Animal, que perseguía una víctima que corría tanto como yo. Lo que más me quedó de ese sueño fue la sensación de caza, de depredar, la actividad física completamente libre, sin restricción, el devorar a mi víctima finalmente. La última imágen de ese sueño, casi como en Nosferatu, fue el alejrme para verme a mi mismo, sereno y oscuro, en la cima de un edificio impropio del mundo.
El segundo sueño prosiguió después de noches Blancas, o sea, noches de sueños ausentes y descanso esporádico. Este segundo sueño tenía dos partes, una más intensa que la otra.
Primero, soñé que una de las personas con las que estaba conviviendo me asesinaba, pero no sentía dolor, ni odio ni miedo. Ella estaba enfurecida, pero yo tenía una sonrisa tranquila en el rostro y tenía una sensación de paz anidada en el pecho de tal magnitud, que mientras ella me clavaba la espada en el pecho y atravesaba mi torso no pude hacer más que quedarme sereno allí. La segunda parte... es difícil de explicar, o relatar. Básica y sencillamente, yo era el Mar propiamente dicho, y sentía el oleaje (mi oleaje), el sol atravesándome y toda la vida bullendo dentro mío. La sensación de la que provenía (Paz total) fue trastocada por una un poco mayor, o igual pero diferente en calidad: la plenitud. Recuerdo que ese día desperté como si ya hubiera cumplido mi papel en vida, como si todo estuviera en su lugar y nada fuera imperfecto.

El Tercero de mis Sueños Ovillados (pues, creo, son de una misma madeja, que es la de toda esta experiencia de viajar) tuvo lugar el... ajetreado día que volví acá, a mi casa en rosario. Y digo casa porque ultimamente estoy cuestionandome mucho si esto sigue siendo mi hogar.
Soñé que volaba, lo cual siempre amo soñar porque te da la misma sensación de libertad que te da el viajar, el no depender de nada ni de nadie y a la vez, sentirte esa ligera mota de color único que le da la hermosura al mundo. Pero esta vez, mi vuelo era un vuelo triste, porque sabía (como quien sabe que morirá de cáncer), que alguna vez mis alas se cansarían y tendría que estrellarme contra el suelo, y vivir con los pies sobre la tierra, como todos tienen que vivir alguna vez.

No quiero dejar de volar. Estoy cansado de muchas cosas, y también desgastado por otros factores cuya relatividad le restan importancia al asunto. Nací para volar, y también me da por las pelotas que mucha gente que nació para volar se reserve el vuelo por miedo a sucumbir a las cadenas de la tierra. Me pudre que los que están debajo califiquen nuestro vuelo como algo inútil, falto en habilidad, técnica o razón. Hacía mucho que no me sentía así, pero supongo que este texto, más que lo regular que pasa por acá, es una catársis hecha palabras.

Y Rosario amanece con un mate dulce humeante y el termo debajo del Brazo.



Nunca dejen de volar. Nunca renuncien a su vuelo.


Amen lo que hacen y vivan por y de sus pasiones.

1 comentario:

  1. Y tengo el extraño orgullo de ser quien te asesinó en ese sueño... Ahora no entiendo por qué te asesinaría... O sí... quizás lo entiendo demasiado y quizás no fue un sueño tuyo, sino un sueño mio que creiste que era tuyo y que me dediqué con todo sigilo a pasar de una habitación a otra (y no digo de una cabeza a otra, porque cuando estamos con el Vortex y el Ewok, como que no hay tres cabezas, sino solo una)... En fin... todo se aclara en algún vuelo matutino cuando las criaturas deciden volar sin mirar a los recelosos de abajo...

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