lunes, 6 de julio de 2009

Los Círculos que Nunca Terminan


Es genial pensar en la concepción de un lugar como un Matadero, por ejemplo. Un lugar donde la muerte se dispensa democráticamente, sin miramientos y con plena generosidad, como globos de gas a niños en una tarde de sol.

Es genial considerarlo, ahora que el mundo entero que conocía era un colosal matadero. O, mejor dicho, el mundo que había conocido pasaba a mejor recuerdo, para volver a ver aquella tierra negrísima de cielos desesperanzados.

Y lo único que parecía quedar de resquicio del Viejo Mundo, ese mundo afable en el que se había criado y crecido, nutrido y jugado, era la lluvia y la llovizna. Era lo único, junto a las construcciones semi-derruidas que, junto a los perennes árboles, conformaban el colosal esqueleto de la civilización.

Vivía ocultándose, detrás de algunas casas desiertas y aún en pie, buscando algún lugar donde refugiarse del frío y de la soledad. No recordaba con exactitud, pero había sucedido (tenía que) algo, un evento masivo y terrible que transmutara el mundo de antes en aquella tierra desolada y devastada. No guardaba recuerdos, ni datos certeros. Siquiera sabía su identidad; se movía más por instinto y sentido común que otra cosa. Cuando se vió por primera vez en un espejo sucio de una casa marrón, se tocó la cara, como volviendo a reconocer aquellas facciones arrugadas de hombre maduro. "Como un niño", pensó. Pero cómo podía establecer la analogía y no recordar siquiera como era? Algunas canas se asomaban entre sus cabellos, y aún así no podía recordar nada. No sabría siquiera su aspecto de no ser por ese espejo.

La soledad era total, y atroz. Terrible como debe ser la mudeza del espacio o la sordera del desierto. Igualmente, no estaba demasiado seguro tampoco de donde estaba. Recordaba ciertos recodos de calles, ciertas esquinas y ciertos carteles que ya no estaban. Pero noe staba seguro de nada. Andaba por las calles de día, armado toscamente con una larga vara de hierro que había arrancado de una estación de tren abandonada, por si las dudas. No temía a otro ser humano, o quizás si... pero el terror era demasiado animal como para intentar comprenderlo.

Varias veces debió violentar entradas de hogares, otrora acogedores y dulces, hoy frías tumbas sin siquiera cadáveres. Y no es que añorara los muertos; pero el hecho de no encontrar habitante alguno ahí afuera lo llenaba de terror y angustia. Qué diablos había podido pasar, como para tener delante la total desaparición de todos?

De noche no salía, por supuesto. Pasaba la mitad del día consiguiendo un lugar seguro donde dormir, y la otra mitad acondicionándolo. Tapiaba las entradas y se buscaba abrigo, un lugar donde hacer fuego (o, si la suerte lo ayudaba, ponía a andar un sistema de calefacción que su refugio tenía). Ya al atardecer comía y se dormía temprano, solo y lleno de miedo. La noche traía cosas que no quería imaginarse siquiera... y las calles eran negras, negrísimas. No quería imaginarse esas calles llenas de otros habitantes...

La verdad es que vivía con miedo, mal e intentando comprender. Aunque luego de un tiempo perdió reales esperanzas de recordar algo, continuaba intentando, leyendo lo que podía encontrar en los hogares en pie a los que entraba o buscando alguna clase de diario que le relatara lo que había sucedido. La humanidad debía haber publicado su extinción inminente, aunque sea para vender por última vez algo.

Tras unas semanas halló unos ejemplares de diarios, pero sus titulares no le dijeron demasiado. Solamente, una suerte de referencia a cambios de clima y entorno que habían ido transformando el mundo poco a poco, en un fenómeno generalizado. Algunas religiones exigían el apocalípsis, mientras que otros proclamaban que era la Tierra la que intentaba equilibrarse nuevamente. Pero nada en concreto.

Sin quererlo y sin darse cuenta, se fue acercando poco a poco hacia el centro de la ciudad. Comenzó a darse cuenta porque, de edificios de pocos pisos, pasó a habitar calles de edificios semiderribados o aún en pie de muchos pisos y muchos departamentos. A veces pasaba demasiado tiempo revisando pisos enteros en busca de algún departamento entero y seguro, pues la gran mayoría tenía debilidades estructurales que no los hacían muy fiables.

Fue la primera noche que durmió en las proximidades del centro que oyó los gritos. Debía ser cerca de medianoche, y se despertó sobresaltado y muy asustado; tanto fue así que confundió una colosal sombra generada por el fuego junto al que dormía con un agresor. Se tranquilizó enseguida y dejó la vara de hierro a un lado.

Pero allí, como un latigazo cortando el silencio y la tranquilidad de la noche, de nuevo.

Un desgarrador grito de indudable naturaleza humana surcaba el aire nocturno.

3 comentarios:

  1. Algo nos dice que esa criatura bien podrías ser vos, o uno de todos tus yo -osea, no yo, vos, o quizás yo, no sabemos.

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  2. Algo me dice a mi que algo oscuro se mueve por esa mente...

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  3. el mundo que había conocido pasaba a mejor recuerdo, para volver a ver aquella tierra negrísima de cielos desesperanzados. (Esta frase es Increible para mi)

    el terror era demasiado animal como para intentar comprenderlo

    La humanidad debía haber publicado su extinción inminente, aunque sea para vender por última vez algo.

    Algunas religiones exigían el apocalípsis, mientras que otros proclamaban que era la Tierra la que intentaba equilibrarse nuevamente



    Tengo que ser honesta pibe, en esta publicación encontré un par de cosas mas que interesantes.. ya lo hablaremos.. go on

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