lunes, 6 de julio de 2009

Inercia




Pasa el tiempo y no hay mayor factor que genere en mí la sorpresa inicial del infante descubriendo por primera vez el mundo, que el propio factor humano. Ya no me sorprende situarme fuera del género, haciendo un colosal paréntesis y realizando una abominable generalización (creo que es medio inútil aclararlo a estas alturas, pero detesto las generalizaciones), pues desde hace un buen tiempo que realizo este "pararse en el risco y juguetear contra los vientos de un ventilador que es y no es mío". Es, acaso, la costumbre y la repetición las que amortiguan y camuflan el quid de la pregunta? Es un buen cuestionamiento, pero no concierne a este texto.

Por más que deje pasar los momentos, las bebidas, uno que otro cigarrillo y la tonalidad gris (de la que ya hasta a mi me enferma hablar y sobre la que me repito en exceso) que me, nos, te carateriza,el factor humano no deja de descolocarme.

Está bien, dirán ustedes, hay un límite entre la sorpresa y la costumbre, la repitición y lo único, lo versátil y lo rígido. Pero la verdadera verdad (tamaña redundancia, no?) yace más abajo, y es esta; el humano nunca podrá ser previsto ni comprendido por otro, ya que nadie puede (siquiera otros humanos) plantearse las cosas desde el mismo punto de vista, con sus mismas opiniones y experiencias que determinen a estas opiniones. Nadie puede pararse en las botas de un dictador ni ponerse la piel de un pederastra, como tampoco se puede comprender la ancianidad de Doña Cleta, la viudita que todos los días a las cinco sale a comprar pan. Nadie puede comprender al panadero que se levanta todos los días a la madrugada, de espalda salpicada de cicatrices de un padre que impartía disciplina en demasía.

Nadie puede comprendernos, gente, y esa es la máxima sobre la que se podría escudar a cualquiera con el más hipócrita y absurdo argumento. Y es en cierto sentido cierto, pues, si acogemos esta máxima, quién puede seguir abrazando nuestro sistema legal, nuestras normas de convivencia, el sentido de justicia y crimen que todos tenemos? Quien podría seguir creyendo en esta tonelada de instituciones que apelan a sisteman herméticos y hegemónicos, cuando la verdad y la mentira remanecen en cada uno?

Ayer re-veía una de las obras clásicas del cine de los años '50 y me vino eso a la cabeza, mientras por algo de voluntad propia y algo de inercia (digamos que la actividad del escritor no puede dormir demasiado tiempo, ni aún forzada) comenzaban a germinar en forma de palabras y oraciones esos conceptos que amo y abrazo siempre, que son los que permanecían ahí, en ese rincón de mi psiquis.

En este largometraje una raza supuestamente más avanzada había resuelto el tema de la violencia de unos miembros sobre otros creando una raza de individuos cuyo poder sobre ellos era absoluto. Estos individuos (robots, para coincidir en el cliché ficción-científico) respondían ante cualquier gesto de violencia, eliminando de raíz problemas de semejante índole. Nadie podía desactivarlos ni ordenarles que cesaran su actividad, así como nadie podía eliminarlos. El destino y la suerte de esa civilización permanecían para siempre en mano de aquellos autómatas que los mantenían vivos y en paz... A fuerza de una violencia mucho mayor, de la falta de decisión y de la bendición de no tener que optar.

Que gracia tiene la decisión impuesta, pregunto yo, para quienes no pueden tomar otro camino? Esa justicia ortopédica, personificada bajo los autómatas, es vana o es verdadera? Tiene un valor real aquel término que se denominaría bien o mal en semejante sociedad?

Tiemblo ante la perspectiva de que en algún momento (más allá de el cotillón superfluo propio de la ciencia-ficción) sea testigo de semejante atrocidad, más allá de que en algunos rincones de esta tierra ya se vea esta clase de 'Paz de los Cementerios', no es un control total y raso como lo sería en el quimérico caso de aquella producción cinematográfica. Aquí es donde enarbolo esta segunda máxima, quizás algo más audaz y menos real que la anterior;

El hombre no es hombre sino por las decisiones que hace, y por esta característica de libertad absoluta que tenemos es que podemos conformarnos como humanidad y como sujeto propio.

Truncada la posibilidad de hacer decisiones, es inútil intentar buscar originalidad, o aún estímulo en alguien; terminaríamos siendo una suerte de amebas condicionadas, una suerte de (tomando pueblo como humanidad o conjunto de seres humanos que pueblan la tierra) 'Pueblo-Oveja', sin características del hombre de hoy ni del mañana.

Admito que es también esta libertad la que engendra y fomenta la génesis de las mayores abominaciones de las que ha sido testigo el ser humano. Admito que es esta libertad la que aún no usamos de manera... digamos, racional, del todo. Admito que es esta libertad la que nos pone, a veces, demasiados palos en la rueda como para que podamos progresar. Pero no admito ni admitiría jamás que la libertad cortada, podada y mutilada sería la respuesta a estos problemas.

Por último, aclaro que la libertad es absoluta de momento que nadie puede encadenarnos lo que transita por nuestras cabezas; más allá de lo que algunas teorías o metodologías propongan, gracias a los Dioses todavía carecemos de Policías del Pensamiento, hurtando con rapidez y modestia el término a Orwell.



Me cansé, sinceramente, de escribir este texto, falto en corrección y coherencia (quizás si, quizás no). Espero logre generar en ustedes lo que deseo que genere

2 comentarios:

  1. A mi pasa en la perspectiva de la palabra, como periodista, como pichón de periodista, como hija de uno, como admiradora de unos pocos (la mayoría ya muertos y con una visión que probablemente pocos volverán a tener). La palabra es tan poderosa que durante siglos le han temido y han creido que quemando la escrita, han asesinado la que se dice. Es cierto, en pensamiento nadie nos alcanza, nadie nos condena... a menos que tus palabras brillen en tus ojos o te sospechen de "pensante". A mi me toca este texto en la libertad de las palabras, del decir, del escribir, ¿qué seré el día de mañana? Un periodista marginado, muerta de hambre (me vi ya en esta perspectiva)u otro más con las manos, los labios, los ojos "prensados" por la realidad "armada" que las propagandas (de las empresas, los gobiernos, los poderosos) nos muestran. Quizás, porque no soy tan ciega y porque por ahora mi voz se eleva como una susurro, buscando alas, buscando donde resonar es que sobrevivo.

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  2. no hay q ser una oveja arengada por cerdos y perros ... ya lo sabemos

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