miércoles, 23 de septiembre de 2009

Sueños, Dos


Anotador de dos Sueños particulares que me maravillaron y me dejaron a la expectativa la semana pasada:

Primero (Primo o Prime) /


Sueño con un sueño extraño, en el que me levanto de la nada, emplazado como un árbol en el medio de un pueblito rarísimo. El pueblo en sí es un monstruo por el que sopla un viento del sur precioso, gélido como para arrancar pellejos de su lugar, congelar cabellos y pegar las articulaciones como cemento de contacto.
El lugar era espaciado, con muchos edificios de fachadas inglesas y ladrillo visto, con ligerillas chimeneas de metal negrísimo refulgiendo de frío a la luz incierta del día (pues no se si era día, amanecer o atardecer, ya que todo estaba cubierto por una especie de niebla bastante espesa).

Estaba detenido en el medio de lo que parecían ser callejuelas iluminadas por faroles, detenidos a cierta distancia en el camino, dejando un poco de espacio en la penumbra. El sendero más que sendero parecía una peregrinación, con el resplandor fantasmagórico de los farolillos marcando el espacio y el lugar apropiado. Los edificios se parecían a casonas viejísimas, pero también tenían cierto aire de híbrido de complejo fabril. Solamente el viento hacía su fiestecita sonora en aquella inmensidad desierta, pues no había ni un solo ser humano en derredor.

Recuerdo la mejestuosidad del lugar. Recuerdo algunas cuantas setas congeladas. Recuerdo la nieve durísima en el suelo, y recuerdo cierta inclinación de la ciudad. Estoy casi seguro de que cuando comencé a caminar, estaba descendiendo; no obstante, toda la ciudad parecía inclinada, así que había habido un incidente que torcierta a tal innatural posición el suelo.

Caminé un largo trecho, viendo como aquellas mansiones-fábricas distanciadas entre sí por grandes trechos se sucedían, diferenciándose por breves y ligeros detalles, pero inequívocamente cambiantes.

Al fin me decidí a acercarme a alguna de las puertas de aquellos complejos. Entonces pude oír la musiquita mecánica que produce una gran maquinaria encerrada bajo muchas capas de concreto y ladrillos. Las puertas, que de lejos y entre el frío la niebla me habían parecido cerradas, estaban entreabiertas. Una ligera lucecilla celeste se filtraba.

Cuando entré, me quedé boquiabierto frente al espectáculo que se abría ante mí. Miles de engranajes giraban en torno a un eje colosal, que atravesaba el suelo mismo en una fosa titánica, con intención, al parecer, de destrozar todo el suelo. Apenas me asomé a la fosa me atacó el vertigo, y la multiplicidad y complejidad de aquel mecanismo desaparecía en extensión total de todo aquello que me rodeaba. Máquinas individuales lubricaban y ajustaban, con un polvo parecido a la nieve pero mucho más evanescente, el mecanismo que indudablemente estaba ahi dentro no para ser protegido de la intemperie, sino para pasar desapercibido.

Había algo raro en esa escena, de lo cual me di cuenta más tarde. Todos los engranajes y el eje mismo, junto con aquel lugar, parecía haber pasado demasiado tiempo en los hielos eternos del ártico. Grandes y graves trozos de hielo se aferraban a los engranajes y, a pesar de que giraran a una velocidad escalofriante, no se deshacían. El eje mismo era recorrido por lo que parecía un rayo de hielo, informe y monstruoso cual sierpe de cristal. Estalactitias de puro hielo colgaban del altísimo tejado del complejo-mansión.

Este sueño concluyó cuando, fascinado como estaba, no me di cuenta de que estaba caminando de costado hacia un individuo (probablemente el único presente) que estaba postado detrás de una caja de controles. Nos volvimos para vernos; él, un ingeniero de aspecto desgastado, arropado con un gabán tanto o más desgarbado que él, de pelos blanquísimos, bufanda y mitones. Llevaba una suerte de antiparras que exageraban de un modo muy curioso sus ojos. Me sonrió y me dijo, en un tono altibajo, raro como si una tetera tratara de hablar.

-Aléjese, ¿Quiere?, trabajamos para su seguridad. Esperemos disculpe las molestias ocasionadas-



Segundo (Beta o Secondo)


Hallábame yo dormido en un parque junto a una amiga totalmente vestida de negro cuando ella comenzó a elevarse en los cielos. Me sorprendió que mi compañera, pudiendo volar, no me hubiese revelado su habilidad antes, y no me hubiera invitado a volar. Se detuvo a mitad de camino, como dudando, riendo al verme anclado a la tierra. Al fin se detuvo, regresó un trecho y me ofreció una de sus manitos (debo usar diminutivo, porque realmente es toda pequeña). La tomé y dejé de sentir las cadenas de la gravedad para poder desplazarme a través del cielo sin sentir más que el viento rozándome la cara.

Sucedió entonces el primer evento extraordinario: cuando tomé la mano de ella, que estreché firmemente por miedo, comencé a visualizar que su otra mano estaba tan firmemente aferrada a otra mano como la mía a la suya. Esta otra mano pertenecía a un viejo terriblemente largo. No puedo usar otro calificativo, porque lo que más me sorprendió fue su lngitud (comprendan que, careciendo de suelo, la altura pasa a llamarse longitud) y lo esmirriadas, pero largas y flacuchentas, que eran sus extremidades. El viejo no me miró en todo el viaje, por lo que no le conocí la cara hasta que llegamos a destino, pero parecía estar vestido con una suerte de bata o camisón azul.

El segundo evento extraordinario (volar lo descuento) fue el atravesar nuestra atmósfera y salir al espacio exterior. Creí que moriría, pero se sucedió un hecho curioso: a pesar de poder respirar, moverme con libertad y no sentir calor, dejé de sentir cualquier estímulo de índole táctil, olfativa, gustativa y auditiva. Solamente pude ver, y fue un viaje que podría decir bastante "mudo", antes de llegar a destino. Mi amiga me miraba sobre su hombro y reía en el silencio y la inmensidad del espacio.

Pasamos por detrás de nuestra luna, que dejó de ser esa Diosa de la Noche para ser una bola de polvo sucio y grisáceo, para revelar un planetoide de un violeta chillón detrás de la luna, en su lado oscuro y siniestro. El Planetoide giraba a una velocidad rapidísima, pero cuando nosotros nos posamos sobre él todo movimiento se detuvo.

En el Planetoide habían grandes pilas de libracos a medio abrir, con marcadores por todos lados, tirados por doquier o apilados en colosales torres de babel. También había sillones, un arroyo plateado que corría lenta y perezosamente, y nada más. Las estrellas parecían más grandes desde el planetoide, pero nada nos decía lo contrario.

El viejo se volvió entonces a nosotros. Para ese entonces era alto y no largo, tan alto como una casa, y me costaba mirarlo pues nunca había mirado a alguien tan alto. Efectivamente, vestía un pijama azul eléctrico que arrastraba por el suelo y llevaba pantuflas. El viejo, además, tenía un sombrero a la antigua, terminado en punta, una barba larguísima (le llegaba a la cintura) y unos cabellos ibídem. Tenía unos ojitos como de perro cariñoso y cansado, o de perro viejo y leal, con que nos escrutaba a ambos.

-Bueno, querida- dijo con una voz que no escuché, porque no era una voz humana -Ya estás decidida?-
-Me da un ratito más para decidirme?- dijo mi amiga, alejándose sin mirarme ni preocuparse por mi, y hojeando libros al azar.

La caricatura de ser humano se quedó a mi lado, contemplando a mi amiga como un abuelo contempla a sus nietos. Al rato de pesado e incómodo silencio, logré juntar el coraje como para hablarle a ese viejo que parecía (pero indefectiblemente no era) un ser humano.

-Este.... Disculpe...-
-Si?- habló el viejo con esa voz no verbal
-Usted quien es?-
-Yo soy el Encargado-
-Ah, el Encargado... y que hace acá?-
-Se ve que no sabés quien es el Encargado- dijo el viejo, doblándose sobre sí para alcanzar el nivel de mi cabeza -La cosa es más o menos así-
"Antes de nacer, las personas vienen a este lugar y eligen de entre los libros. Eligen gente que ya vivió, que vive o vivirá, gente cuyas personalidades pueden llegar a parecer interesantes. Cuando eligieron sus cuatro o cinco personas, yo les paso algunas características de ellos al usuario y ya está, la persona está segura de que cuando crezca va a tener un poco de todas esas personas que eligió. La gran mayoría elige todas las personalidades antes de nacer, pero hay algunos que prefieren guardarse una para después... son gente como ella- dijo señalando a mi amiga.
-Pero si esto fuera verdad, yo me acordaría de haber elegido...-
-No, porque después pasan por el Leteo - dijo señalando el arroyito -Y se olvidan de todo-

Me quedé rascando la barbilla un ratito mientras El Encargado miraba otra vez a mi amiga.

-Y, nena, elegiste ya?-
-No sé, estoy entre Danny y Duncan...- dijo, mirando dos libros diferentes. Luego me miró a mi -Vos que decís? Danny o Duncan?-
-La que vos quieras...- dije, sin mucha atención
-Bueno... elijo Duncan-
-Hecho- dijo El Encargado, y de el dedo índice de su mano derecha surgió un rayo de un amarillo enfermizo, que rodeó a mi compañera y la hizo cerrar los ojos. Una vez que el resplandor amarillo terminó, sacudió la cabeza y me miró con una sonrisa.

El Encargado dijo entonces:
-Hora de que vuelvan a su casa-

La tierra giró, el cielo se transformó en un chorro de colores y pronto me hallé otra vez en el césped de la vieja tierra, con un sueño de locos...

2 comentarios:

  1. elijo a duncan seeee!! jjajajajajajaja

    Fascinada de Voltaire

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  2. En Cuanto al Primer Sueño:
    Que ciudad, que lugar desolado... O es solo la soledad de mi alma? La niebla en mis ojos o la maquinaria oxidada en mi corazón???

    En cuanto al Segundo Sueño...
    Esa amiga tuya tiene la posta!!!!

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