lunes, 28 de septiembre de 2009

De los Oráculos

Qué se puede escribir de los Oráculos que no se haya escrito ya?

Los evanescentes seres, otrora humanos, que se pueden considerar conectores entre dos mundos, hacedores al orden del kosmos tanto o más que el resto de sus congéneres.

Cómo se logra ser Oráculo, y qué será de ellos en su vida de miseria y ascetismo? Su paso solo está plagado de rocas desnudas que lastiman sus pies y sus ojos están vedados de la belleza de nuestro mundo, nuestro único mundo mortal y equinóccico.

Imaginaos al Oráculo, en su vida como ser mortal y como alma inmortal, comunicador del decreto celestial y de la voluntad mortal. Imaginad la vida, de niño, aprendiendo idiomas y lenguas que no se escriben o leen pero si se pronuncian en susurros al viento, a la noche y a los templos de mármol frío. El niño (la niña, en realidad) crece protegida, cercenada y mutilada por un ambiente que le enseña a no pensarse, a no considerarse muchas cosas y a aprehender el valor de su posición en ese esquema social (que no es tal, sino meros mortales).

Le enseñan a leer en las entrañas de un pez o una oca el destino de que los hilos de las furias se tejen entre ellos.
Le enseñan a difuminar las estrellas con la palma de la mano, y a contemplar a Cronos, el eterno.
Le enseñan a hacerse acariciar por Eolos, en las colinas afiladas y abandonadas donde debe hallarse la misma cúspide del mundo
Le enseñan a guardar el hambre para ser inspirados a los abismos del tártaro.
Le enseñan a entrar en ese estado fascinante, el trance, para conducirse ante las puertas del Hades y acariciar entre sus mútiples dedos las tres cabezas del Cerbero.
Le enseñan a volar en sueños a otras puertas, y visitar las Hespérides y la Hélade toda.
Le enseñan a beber del polvo del tiempo y de los huesos de los héroes muertos.
Le enseñan la labia del porvenir, que aconseja a los hombres con enigmáticas respuestas, incongruentes en su sentido, prácticas en su función.

Le enseñan, básicamente, a ser un conector directo con la divinidad suprema y la amabilidad de ese kosmos completo que le rodea. Lo forman para que sea de utilidad a todos, le infundan valores verdaderamente férreos que ni siquiera tiene que evocar, pues existen a su alrededor en forma de templo, hogar y plato principal de los aristócratas. Le inculcan el deber máximo e inclusive le temen, pues el hado es un hilo finísimo que apenas pocos mortales pueden saborear con la lengua.

Sin embargo, el Oráculo no termina de encajar entre sus pares; es más, jamás consigue un par propiamente dicho. Su deber y su función son ampliamente respetados y temidos, como la cólera de los Dioses, pero ella no vive como una princesa o una Sacerdotisa: no vive, come o duerme mejor que una pobre moza de cuadra, una cabreriza o un rancho viejo y apoltronado. Su existencia toda está dedicada a la comprensión del balance del kosmos, su cotidianeidad no puede ser lo suficientemente mediocre como para inmiscuírse en sus funciones. Entonces, con una resignación llena de orgullo, se sumergen en el ascetismo, la pobreza y la humildad extremas.

Que será de las vidas de esos Oráculos, desdichados por un destino que ellos eligieron a medias. Los únicos mortales que pueden acariciar apenas el gran telón tras el cual los Dioses ocultan el funcionamiento del kosmos, la realidad última y la puerta general al entendimiento, al éxtasis místico y al amor propiamente dicho, entre una multitud de sensaciones y sentimientos que se entremezclan como los ingredientes de una bruja en su caldero, estómago y heces.

Que será de sus mentes, trabajadísimas con el trabajo fino del mejor alfarero, talladas con la mano de un Maestro Orfebre o forjadas por el mismísimo Hefaístos.

Que será, Oráculos.



Déjenme volar con ustedes, hermanos.
Déjenme cabalgar en las ancas de los jinetes celestiales.
Déjenme ser uno con este kosmos tan terrible, tan extenso, tan inconmensurable










"...Como diría mi Profesor; arriba de todo, está la Idea del Bien..."
10/09

2 comentarios:

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