viernes, 19 de junio de 2009

Pequeña Cajita de Música

Entre ayer y hoy tuve un par de cerraduras abiertas, y de repente, la bisagra oxidada que había en mi cabeza volvió a moverse. Y supe que el bloqueo y la sequía de ideas, talento y sed era solo momentáneo.


El Mundo era viejo desde antes que ella naciera, y lo seguiría siendo cuando ella muriera. Había luchado casi toda su vida para ser lo que era... y aún así no estaba segura de lo que era. De apariencia joven, dentro suyo se acumulaba un buen pedazo del mundo que daba vueltas, se mareaba, se confundía, sonaba como un violín a punto de partirse y se sentía como algo frío y tibio a la vez, casi como un atardecer.

El viento soplaba en aquel momento (ocaso de luces claras, el sol apenas de perfilaba), revoloteando sus largos cabellos y fastidiándola un poco. Suspiró, y detuvo su marcha al borde de un acantilado. Debajo, la rompiente se repetía eternamente, y los peñascos abrían sus fauces, listos para recibir cualquier cosa que osara desafiarlos.

Contempló el mar, el horizonte, el ocaso, con un dejo de cansancio. Se sentó al borde de aquel acantilado y comenzó a arrojar piedrecillas al mar, como cualquier niño haría, jactándose de que era ella quien decidía si caía o no en él. Ese pedazo del mundo que llevaba dentro gimió como un animal herido.

Acaso era aquella una lucha perdida? Buscando siempre el mal camino, siempre la chance de poder escaparse por alguna salida alternativa, de seguir viviendo sin contribuír para nada a la vida, de seguir existiendo sin saber porqué no había concluído su existencia hacía mucho. Porqué su ciclo continuaba repitiéndose? Porqué la rompiente continuaba estrellándose contra las rocas?

Ni siquiera lo había notado, hasta que estuvo lo suficientemente cerca como para sobresaltarla. Insólito, un niño no mayor de ocho años se había adelantado hasta el borde del acantilado. No demostraba miedo, pero no desclavaba unos hermosos ojos verdes del acantilado, el despeñadero y las gaviotas que codiciaban cadáveres por venir. Ella se detuvo justo a tiempo; un sobresalto junto al vértigo de una caída no son buenos compañeros.
Lo miró intrigada, escrutándolo.
Que diablos hacía un niño tan pequeño, tan solo, en un lugar como aquel?

-Hola- saludo el niño, sin dejar de mirar el mar
-Hola- devolvió el saludo, más por mecanicidad que por conciencia.

Se quedaron en silencio unos instantes antes de que alguien produjera algún sonido. El sol había bajado un poco más, y ahora echaba baldazos de pintura naranja sobre todo lo que su luz tocaba.

-Hey- logró articular ella -Que haces aquí, tan solo?-
-Porqué el mar rompe las olas sobre las piedras?- contestó el niño en un tono monocorde, como si no hubiera oído la pregunta.
-Porque así es la naturaleza... La actividad marítima tiene olas, y las olas indefectiblemente tienen que chocar contra algo. Choca contra todas las costas, no te creas que solamente sobre esta parte del mundo- dijo ella, en un tono amable, intentando medir las palabras -Pero escúchame, qué hacés acá, tan solo?-
-No es eso- respondió el niño, elevando la mirada hasta el horizonte, hasta aquella esfera naranja que era el sol ahora
-...No?- respondió ella. Ahora estaba realmente intrigada
-El Mar sabe que va a estrellarse sobre las rocas. El mar vive, es un colosal y húmedo animal que existe y se mueve. Las olas son sus movimientos, y en cada ola que se estrella contra la rompiente, el mar sufre. Porqué, si el mar sabe que va a sufrir, se estrellaría contra las rocas?-

Ella se puso de pie lentamente, con la cara seria. No solo la voz del niño había cambiado ligeramente en aquella oración, sino que el contenido... y el fulgor de sus ojos... todo había cambiado, y ese niño no parecía más niño de lo que parece un árbol o una piedra. Algo que se ve como un niño pero que no es un niño pone sobre alerta y ataca al miedo, como cualquier peligro lo haría.

-Vos no sos un chico- dijo ella, músculos y voz tensas -Quien sos?-

El niño se movió tan rápido que apenas pudo verlo. En realidad fue una transformación rapidísima, pero mas pareció un movimiento que una metamorfosis. A un momento era un niño que parecía desperezarse, al siguiente era un muchacho cuyos huesos tronaban y al otro, un hombre alto como ella que seguía parado, mirando el horizonte. La voz del niño, efectivamente, correspondía a la de un hombre.

-Es sencillo- se respondió a si mismo, con un dejo de sonrisa en su rostro -El mar sabe que, con cada dolor estrellado, las rocas ceden también una parte de ellas. El mar sabe que las rocas no son las mismas que eran hace miles de años, ni las que serán dentro de mucho tiempo. El mar sabe que las rocas pasan a formar parte de él cuando se erosionan y, Qué más hermoso, bello y pacífico que el uno-en-el-todo y el todo-en-el-uno?-

El hombre la miró, y sus ojos parecieron brillar con luz propia, y su color era indefinible en palabras humanas. Aquella cosa (pues ahora dudaba de que fuera un hombre) la traspasaba con su mirada y la hacía sentir insegura, invadida, penetrada por una inteligencia maléfica que escapaba a su comprensión. A pesar de que sus palabras no eran dañinas ni de que su lengua fuera veneno, había algo en la inflexión de la voz y en sus ojos que no dejaba de ponerle sobre aviso.

-Es sencillo- repitió -Tu puedes elegir ser mar o ser piedras. Ambos sufren, pues la escollera sufre con cada embestida del mar, pero disfruta pudiendo dejar la inmovilidad de la piedra y viajar con el mar... Y el mar debe volver a rehacerse, volver a juntar su fortaleza y su fuerza todo el tiempo para un laborioso desgaste... no sin dolor, claro está. Pero todo lleva su tiempo, y ambos terminan donde querían terminar.-

Le lanzó un beso con sus dedos, y ella sintió más repulsión que terror ahora.

-Elige-

Y, como si fuera de humo, de niebla o de algodón, se deshizo en un repentino viento que sopló por entonces, dejando por un momento al niño preguntón y después a la nada, esfumándose como un mal recuerdo. Y el atardecer continuaba devorando al sol y al mar en el horizonte, mientras el viento se llevaba consigo a aquel barrilete que había hablado.

2 comentarios:

  1. Supongo que en mi caso me fundiría con el mar, el acantilado, la piedra, el cielo de fuego, el viento sabor a sal, la chica, el niño, el hombre, la sombra, la niebla, las palabras que se dicen (las que se dejan de decir). Supongo que, como siempre, querría abarcarlo todo así me inundo de aliento, silencios, palabras, besos, movimientos, estaticidad, sonrisas, cambio, preguntas, respuestas...

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  2. Sin palabras Nico
    Sin palabras porque son demasiadas y no sé elegir.

    Juan (ed)

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