
Creo que no exagero cuando digo que había considerado abandonar este espacio virtual durante un buen tiempo, si bien no puedo dejar de sentir que la escritura sigue siendo un lugar en este kosmos que me rodea, un rincón para la superviviencia y la navegación segura de mi mente, la vela que se hincha con el buen viento. No obstante, este mes ha sido bastante turbulento como para verme inmerso mucho tiempo detrás del monitor, por lo menos, dedicándole tiempo a este, mi escapismo virtual.
Creo que tampoco exagero al decir que consideré (considero) este espacio como vano, vacío, egocéntrico, patético y una indecible excusa para demostrar que cualquiera puede articular un collar de palabras y parecer bien adornado.
Sin embargo, en esta madrugada que me descubre despierto cuando debería estar leyendo en mi cama, o a duras penas levantado cuando debería estar durmiendo, me dicen que este hábito que tomó cuerpo en mí con el tiempo me dice; toma las riendas de tu terapia y fuma, lejos, las palabras que necesitás purgar de fuera de vos. Porque si bien tu cabeza puede almacenar un sinnúmero de ideas (malas, buenas, insulsas o excelentes poco importa: ideas, sin clasificación, como una bolsa de maní), con el tiempo (recuérdenme que le dedique una entrada) las ideas se desgastan, se consumen, y pasan a ser la salsa en la que nadan las nuevas ideas.
Lo mismo sucede con cualquier concepción que puedas tener del mundo, de tu kosmos, o de vos mismo.
Estaba reacio a escribir por varios motivos que logré dilucidar y otros cuantos que todavía escapan a mi mente, demasiado analítica para mi gusto a veces. Estaba asqueado de muchas cosas (y algunas todavía no encotraron el porqué), y sigo caminando por el sendero que me tracé en este interín que me supera, entre la plena inactividad formal y la plena ebullición de mi tosco arte, y el fervor de la actividad formal y el semi-noctambulismo de mis musas.
Ojo, no estoy solo. Todos los que me rodean están inmersos en el mismo clima (época del año? Clima? posición de los astros en el cielo?), pero ninguno de los que me acompañan caminando reacciona igual. Algunos parecen más afectados por este clima (repito la palabra a falta de otra mejor), otros se hacen los duros y continúan con su procesión interna. Pero el mes se extingue y se marchita, alargando sus huesos al árbol que es el año, que se lo sacude de encima como la hoja seca que es. Y Junio nos marchita y nos contagia un poco su color y su olor a transición, sequedad, bipolaridad.
Tampoco estoy echando tierra sobre la tumba de este Junio. Han sucedido tantas y tan excelentes eventos en este mes, que apenas puedo creer que hayan ocurrido del todo. Y con las buenas noticias y eventos, cada tanto también llega una que otra malicia de las furias, detrás de bastidores.
Una de cal, y una de arena.
Anyway, definitivamente estoy escribiendo porque ya no podía respirar. Y no estoy escribiendo porque quiera, sino porque, como creo dije más arriba, estoy compelido por mis propias proyecciones, mis entes fantasmagóricos (que jamás me dejan, aclaro de nuevo), los excelentes personajes que me persiguen, siguen y acompañan en este sendero y por el propio y pobre Junio, tan menospreciado en estos días.
Escribo dándole gracias a Juan, porque la re-lectura de su blog terminó de darme esa palmada en la espalda que realmente necesitaba (hermano, ambos estamos dispersos como solo los hermanos saben dispersarse).
Escribo dándole un beso a Leela, aquella Musa grotesca e infaltable que jamás se despegó de al lado mío.
Escribo cebándole un mate a Cecilia, compañera nocturna de delirios filosóficos-analíticos, astro rutilante que me deslumbra y me asusta un poco.
Escribo pegándole palmadas al Licantropayaso en la espalda, fumando con él la misma pena, aunque jamás nos la digamos ni la sinceremos.
Escribo dándole un espacio virtual al estructuradisimo Jóse y a la harapienta Mariela, par de homúnculos de nuestra suerte de laboratorio creativo.
Escribo, riendo con Bruno, el muchacho de las patillas ausentes, el niño inocente (y no tanto), el Oráculo Forro en pinta.
Escribo, enviándole la energía dispersa que tengo a Paula, quien necesita nutrirse de ella muchísimo más que yo y sacarse la mochila, como yo, en parte, estoy haciendo ahora.
Escribo a esa criatura de pesadillas y de sueños, de escenarios dignos de Wagner y de un Fausto, a esa Aprendiz de Hechicero, a esa mente que me dejó ciego desde el momento en que la vi.
Escribo a la niña que canta en las estructuras de piedra de ángulos violentos, con voz de pájaro, con voz que es hermosa melodía, que es ella misma.
Escribo... y podría seguir enumerando personas. Y macabras descripciones junto a ellas, pero, que sentido tendría?
Me retiro ahora que puedo, a leer algo de Ciencia Ficción a mi Ataúd.
Un abrazo, un beso, una palmada en la espalda.