martes, 27 de octubre de 2009

Las Profesiones Perdidas: Prólogo

Intento de Prólogo a las Historias de Profesiones Perdidas /




Las Profesiones Perdidas son una Quimera no tan irreal, o una utopía demasiado tangible como para dejarlas ir sin nada, sin siquiera una palabra escrita, una palabra dedicada.
Todo esto cruza mi cabeza hoy, noviembre del año 2009, como la viene cruzando desde hace un par de meses atrás, cuando vi por primera vez la semilla que germinaría en mi cabeza para traer estas crónicas de un viaje absurdo en un país absurdo, rodeado de figuras no tan absurdas. El propio protagonista quisiera verse a si mismo en aquellos profesionales oxidados y hastiados de si mismos, tanto como del marco que los expulsa.

Son muchas las reminiscencias que pueden haber provocado en mi la creación de Las Profesiones Perdidas. De alguna manera, creo que siempre estuvo entre ustedes, lectores comunes, y yo, el mero narrador, este asunto entre manos. Solo que, como muchas de las cosas que nos rodean, terminan por naturalizarse tanto en nuestra visión, nuestras palabras y nuestros sentidos, que van perdiendo poco a poco esa magia única que tiene cada cosa que nos acompaña en nuestra existencia.

Probablemente el germen de esta historia se haya plantado una tarde de invierno, entre mate y mate, viendo pasar un viejo afilador de cuchillos. Hacía muchísimo que no veía pasar un afilador que, con su característico silbido, recorría los hogares de antes (ya en la época en que nací los afiladores eran un recuerdo) dejando virutas de metal y monedas entre una sonrisa, una conversación y un pedaleo. Entonces me hice el planteo propio de comenzar a mirar hacia atrás, al pasado, y ver cuantos como ese profesional se habían hundido, tiempo atrás, en las sombras de un recuerdo para nada bueno.

Tristeza y nostalgia es lo que se siente cuando uno rescata cosas del polvo del pasado, y cierto sentido de pertenencia al saber que la misma sangre que corre por tus venas latió en un corazón antecesor, mientras lustraba zapatos o alimentaba calderas a puro sudor, músculo y mugre. Solo que hay muchas de esas cosas que no vemos a la primera mirada, y mis Profesiones Perdidas, fuera de estar cerca de los ojos de la mayoría, son de esos destellos mentales que si bien están, pocas veces son vistos.

Hay otra cuestión en esta historia, y es la del protagonista. Pues no solamente hay en él una necesidad imperiosa de conocer y recorrer, sino también de encontrarse, en los otros, a si mismo. Lo extraño y lo curioso de la cuestión es qué caminos tan retorcidos decide recorrer antes de arribar a una conclusión más o menos coherente. Pero voy a dejar de spoilear detalles porque, realmente, esto, fuera de ser un prólogo, se transformó en un texto de contratapa.

Esta historia está dedicada a los Profesionales Perdidos. Asímismo, está dedicada a aquellos que buscan en las Profesiones ajenas algo que les deje aferrar un poco de si mismos.

Espero que disfruten de su lectura tanto como yo disfruto escribiéndola, y que algo de todas estas palabras logre hacer eco en alguno de ustedes.

1 comentario:

  1. Anoche lei esta introduccion... y hoy a la tarde escuché por las calles perdidas y torcidas de mi cba el típico sonido del afilador de cuchillos, con aquel instrumento tan raro. Me lo imaginé trigueño, de gorra calada a los ojos, doblado por el sol, pero muy alto y de piernas muy largas y flacuchas. Me imaginé aquel instrumento fosforecente y verde, como otras veces lo he visto y sonreí recordando este texto... pero el sonido simplemente hacía eco por el lugar y aquel hombre no apareció... El fantasma de alguno por la vieja Belgrano? Seguro... seguro...

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